El Rey se mostró ayer muy agradecido por las muestras de cariño que está recibiendo desde que anunció su abdicación y reconoció sentirse emocionado por el afecto que le está llegando de los españoles, a los que ha animado a «seguir adelante». Don Juan Carlos mantuvo una breve conversación con los periodistas que ayer por la tarde asistieron en el Palacio de la Zarzuela a su audiencia con el presidente del grupo Volkswagen, el alemán Martin Winterkorn.

Visiblemente emocionado, el monarca dijo a los informadores que la gente está siendo «muy amable» y «muy simpática», como pudo comprobar ayer mismo por mañana en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, donde presidió un acto castrense junto al príncipe de Asturias.

«Como dije ayer, los españoles me han apoyado mucho», comentó también el jefe del Estado, apoyado en su bastón, en la breve charla que mantuvo con los periodistas acreditados ante la Casa Real, a los que dio muestras, con gestos y la expresión de su semblante, de la gratitud que siente por todo el afecto recibido. Eso sí, don Juan Carlos negó sentirse triste por su decisión de ceder el trono a su hijo. «¿Con esta cara?», dijo muy sonriente cuando se le ha preguntado si experimentaba tristeza. Explicó que ha acogido con «mucha emoción» las «grandes» expresiones de cariño que le llegan desde el lunes y además manifestó que en una situación como la suya hay que «saber estar».

Por la mañana, el Rey y el Príncipe habían participado juntos en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en una ceremonia de condecoraciones militares, en lo que suponía la primera imagen de ambos después del anuncio de la abdicación y el consecuente relevo al frente de la Corona. Vestidos con uniformes de capitán general y de teniente coronel del Ejército de Tierra, respectivamente, don Juan Carlos y don Felipe llegaron a la Lonja del monasterio entre la expectación de gran número de vecinos y turistas y gritos de «Viva el rey» para asistir a los actos militares previos a la reunión del capítulo de la Orden de San Hermenegildo convocada con motivo de su bicentenario.

Don Juan Carlos apoyado en su bastón y con gesto relajado y sonriente y don Felipe, que le sucederá dentro de unos días como jefe del Estado y jefe supremo de las Fuerzas Armadas, siguieron los actos de pie desde una tribuna de honor emplazada en la entrada principal al monasterio. La ceremonia, salpicada de vivas al rey, al príncipe y a España procedentes de los espectadores que presenciaban la celebración detrás de las tribunas dispuestas para los invitados, duró una media hora y, a su término, los dos dirigieron a los asistentes un saludo de despedida con la mano, respondido con aplausos, antes de entrar en la basílica.