­Un invierno para la historia climática de Alicante. La irregularidad que caracteriza el clima mediterráneo en la provincia se ha hecho más patente desde que el pasado 21 de diciembre comenzara la estación que, hasta ahora, se ha despachado con un poco de todo, pero nada de lo más necesario, la lluvia. Con cerca ya del 70% del invierno consumido, la provincia ha registrado episodios de nieve, niebla, frío y calor, como lo demuestra este febrero, encarando su recta final, y en el que ha habido jornadas con temperaturas máximas de hasta 26 grados.

¿Qué está pasando? Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, advierte de que los estudios sobre el clima, vinculados al calentamiento climático, revelan que la tendencia revela que a partir de mitad de siglo (2050), las lluvias se concentrarán en la costa y no en el interior de la provincia donde, paradójicamente, se encuentran los embalses. Además, el cambio climático amenaza con acentuar las sequías y la intensidad de la gota fría en el Mediterráneo, de ahí haya que estudiar a fondo el tema y buscar medidas de prevención.

Jorge Olcina estima que a partir a partir de 2020 está previsto, según la teoría relacional de los ciclos solares, que el Sol entre en una fase de menor actividad. Esto quiere decir que llegará menos radiación solar a la Tierra, con lo que las temperaturas no serían tan altas. Ya ocurrió en la década de los años 70 del siglo XX. «De manera que ello obliga a reajustar los modelos de calentamiento. Siempre y cuando se cumpla esa previsión de menor actividad solar. Es importante que quede claro que es una teoría, porque, realmente, no se puede prever al cien por cien cómo se comportará el sol».

El director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante insta a la Administración a ejecutar la obras de adaptación al futuro calentamiento climático y sus efectos esperados. En general, las comunidades autónomas deberían incorporar el cambio climático a sus planes de ordenación territorial. Y también los ayuntamientos en sus planes generales. Asimismo, es necesario que se aborde, según Olcina, un nuevo esquema nacional de agua, que incorpore los efectos del descenso de las precipitaciones, especialmente en las áreas de montaña, donde los ríos y acuíferos obtienen sus recursos. Para el catedrático de Geografía y decano de la facultad en la UA, el Plan Hidrológico Nacional que se diseñó en 2001 ya no sirve. «Ahora hay que redactar otro que incluya los efectos del calentamiento climático, y debe redactarse con criterio académico, no con criterio político».

El último informe del Panel de las Naciones Unidas para el Cambio Climático no deja lugar a dudas. El clima terrestre avanza hacia un calentamiento que será mayor si no se ponen de acuerdo los gobiernos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. «Una realidad que desde los años 80 del pasado siglo se corrobora año a año. Y una atmósfera más cálida es, siempre, una atmósfera más movida y, por supuesto, diferente a la que hemos podido disfrutar en los últimos cien años», apunta Jorge Olcina.

En estos momentos, sin embargo, no se sabe bien cómo pueden evolucionar otros elementos del clima tan importantes para la provincia y el Mediterráneo en general como la nubosidad, el viento y, sobre todo, las lluvias. Ya, de entrada, el clima Mediterráneo es un clima complejo. Este invierno estamos teniendo una buena muestra. Mientras en el resto de la península el frío y las lluvias no dan tregua, en Alicante las temperaturas primaverales y la falta de lluvia están siendo la nota dominante. La posición geográfica resulta clave para explicar los efectos de la circulación atmosférica. «Por eso, cuando se habla de cambio climático y sus efectos hay que preguntarse siempre dónde», recuerda Olcina.

Porque las consecuencias del calentamiento no serán igual en todas las regiones del planeta. En el Mediterráneo los datos indican que vamos hacia un calentamiento, que está resultando, de momento, más claro en el interior, donde están los embalses, que en la costa y hacia un descenso de precipitaciones también más notable por ahora en la montaña que en las comarcas litorales.

El menor efecto térmico y pluviométrico de los vientos procedentes del Atlántico y, por el contrario, el incremento de las circulaciones atmosféricas del viento de levante estarían en la explicación de estas tendencias en las temperaturas y la reducción de lluvias que ya se manifiestan la franja mediterránea.

Pero, además, y según subraya el director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, los modelos de cambio climático indican una clara tendencia a aumentar los extremos atmosféricos. Es decir, una mayor frecuencia en la aparición de episodios de lluvias intensas (poco aprovechables), con jornadas de calor estivales, y una mayor duración de las sequías. «O, dicho de otro modo, una manifestación más radical de los rasgos propios del clima mediterráneo. Y este hecho sí que resulta preocupante por las consecuencias económicas y de posible pérdida de vidas humanas que puede llevar consigo el cambio climático en nuestro territorio», sentencia Olcina.

El clima mediterráneo, en suma, tiende a ser menor confortable en el futuro y a ello se tendrán que adaptar sectores económicos tan importantes para la provincia como la agricultura y el turismo, amén de la obligación de tener bien planificados los recursos de agua urbana en unas condiciones climáticas globales de menor precipitación.

Y a esta advertencia se une otra de mayor importancia, según el catedrático de Geografía. Se habla de cambio climático, de calentamiento térmico planetario, calibrando un comportamiento de las temperaturas afectado básicamente por la presencia de gases de efecto invernadero en la atmósfera terrestre. Pero, «¿qué sucedería si el sol, nuestra fuente de energía esencial, nuestro motor climático principal, se comportara de forma errática, con signos de debilidad, durante las próximas décadas?», se pregunta Jorge Olcina.

Ya ocurrió en los años setenta del siglo XX. La teoría de los ciclos solares anuncia una nueva fase de debilidad solar a partir del 2020. Entonces, habrá que ajustar los modelos climáticos de calentamiento. «Y esto puede ocurrir, o no. Pero no podemos despreciar esta hipótesis de trabajo», alerta Olcina, desde el Laboratorio de Climatología.