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Cuando a la feria se iba con las mejores galas

Escasas son las tradiciones alicantinas por Navidad que han sobrevivido al paso de las décadas

Cuando a la feria se iba con las mejores galas

La Navidad de antaño nada tenía que ver con la que celebraremos en apenas unos días. Antes no eran tan consumistas como han sido en los últimos años. En la mesa, en cambio, siempre había un pavo y un «putxero de Nadal», elaborado con magro y ternera, ralladura de limón, sangre de pavo, piñones, yema de huevo y perejil, entre otros ingredientes. Los niños no esperaban la visita de Papá Noel, sino que centraban toda su ilusión en la llegada de los Reyes Magos, que dejaban los juguetes junto al belén, porque el árbol de Navidad no entró en las casas hasta finales de los años sesenta. Y la feria, «los caballitos», era casi una pasarela de moda de la época, ya que los alicantinos vestían sus mejores galas para disfrutar de las atracciones. Lo hacían, sobre todo, la tarde de Navidad, después de comer con la familia. «Ese día nos ponían lo mejor que teníamos en el armario para ir a pedir el aguinaldo. Primero íbamos a los padrinos y luego a otros familiares. Eran las mejores galas, pero las repetíamos varios años, hasta que el dobladillo ya no daba más de sí. Y en muchas ocasiones, esos abrigos eran heredados de hermanos o primos», explica Óscar Llopis, que junto a otros cinco alicantinos administran el grupo «El nostre Alacant d'antany» en Facebook, donde recogen tradiciones alicantinas para que no pasen al olvido.

Recuerdan que la feria de Navidad empezó a instalarse en Campoamor, aunque a lo largo de las décadas se ha movido más que la noria, pasando por Óscar Esplá, Federico Soto, la plaza de Séneca, el Hipódromo, la playa de San Juan... y así un extenso etcétera hasta consolidarse en los últimos años en los terrenos de Rabasa.

Ahora sí, esas ferias nada tenían que ver con la que ahora se levanta a pocos metros de la Universidad de Alicante. «Estaba formada por pocas atracciones, una decena como mucho, que se completaban, eso sí, con muchos puestos de comida», añade Llopis.

En Navidad, los veteranos de la ciudad recuerdan también los regalos que se hacían a los policías que regulaban el tráfico. «El más agasajado era el sargento Moquillo, que tenía una forma muy particular, muy enérgica, de mandar sobre los conductores. Era curioso ver al policía, rodeado de regalos, mientras trabajaba», explica uno de los miembros del grupo.

Los primeros recuerdos de la Navidad en Alicante se remontan a finales del siglo XVI, gracias a una crónica que recoge la visita a Felipe II de unos príncipes japoneses, según explican desde «El nostre Alacant d'antany». «Vinieron a Alicante a coger un barco con destino a Roma. Y aquí, coincidiendo con la Navidad, les invitaron a comer en las casas más nobles de la calle Labradores. Ya por entonces se les invitó a un cocido de Navidad», afirma Luis Amat, que se lamenta de que Alicante apenas conserve tradiciones navideñas, como recibir a los Reyes Magos con antorchas. «Nuestra cabalgata actual no dice nada, es una sucesión de carrozas publicitarias. Alcoy sí mantiene esa tradición», explica.

Aún sigue, aunque cambiado, el mercadillo de la Cascaruja, donde los vecinos de la época compraban frutos secos y dulces, junto a típicos instrumentos navideños. Ahora se puede visitar en el paseo de Soto. Aunque viendo las fotos de la época, pocas similitudes conserva.

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