En primer lugar, ¿cómo se encuentra?

Estoy, como el resto de mis compañeros, como el día que tenemos hoy (por ayer). Gris, frío y con una sensación de vacío impresionante. Estamos destrozados. Hemos estado casi 40 horas sin dormir. Estuvimos el jueves desde la 1 de la madrugada ante la sede y nos encontramos con que la puerta de entrada estaba cerrada.

Y se toparon con la Policía.

Al principio, no. Pero el vigilante nos dijo que tenía órdenes de su jefe de no dejar pasar a nadie. Acto seguido apareció la Policía y entró. Tomaron las instalaciones y no dejaron entrar a nadie. Y eso que no tenían ninguna orden judicial. Las órdenes las recibieron del Consell.

¿Ha asimilado ya el cierre?

Aún no. Es todavía pronto.

¿Qué supone el apagón de RTVV para la ciudadanía?

Es un atentado cultural y lingüistico contra una de las señas del pueblo valenciano. Somos el único pueblo de toda Europa que carece de unos medios de comunicación públicos en su propia lengua.

¿Cree que el cierre de la cadena responde a criterios económicos o ideológicos?

Es una decisión estrictamente política e ideológica. Han visto el abismo. Se han desnudado al comprobar que no podían soportar que los profesionales gestionaran los informativos y establecieran los criterios sobre qué noticias eran importantes y cuáles no, sin atender a los criterios políticos y de manipulación, como hemos estado sometidos durante los últimos 20 años.

¿No piensa que la rebelión de los trabajadores llegó demasiado tarde?

Claro que sí, pero llegó. Y pidieron disculpas. Lo que no se nos puede pedir es que seamos héroes, cuando todo el pueblo valenciano ha estado mirando para otro sitio. Hace dos años la gente votó mayoritariamente a Francisco Camps después de haber oído por activa y por pasiva el "amiguito del alma, te quiero un huevo", "lo nuestro es muy bonito" y "ché, te has pasado 20 pueblos". Todos somos responsables, y los periodistas tenemos que aceptar nuestra parte de culpa. Pero no sólo en Canal 9. Si somos de los colectivos peor valorados por la sociedad española, en parte es porque tenemos culpa y nos hemos alejado de los intereses de los ciudadanos. Para mí fue un hecho simbólico que Beatriz Garrote (la presidenta de la Asociación de Víctimas del Metro de Valencia) pudiera entrar al plató. Al final se pudieron saldar cuentas con un pasado de manipulación.

¿En sus casi 24 años en la cadena, se arrepiente de algo?

No me arrepiento de nada. En algún caso, sí podía haber levantado un poco más la voz, haber acudido a otros medios a denunciar la manipulación, el clientelismo y el enchufismo. Oficialmente fui el primer delegado de RTVV en Alicante. Desde octubre del 90 hasta abril del 96, en que fui cesado por fax mientras estaba cubriendo la información sobre la peregrinación a la Santa Faz. De mi etapa como delegado no me arrepiento. La mayoría absoluta la tenía el PSOE y sólo recibí una apreciación. En la Guerra del Golfo, cuando las fragatas salían de Cartagena, mi jefe me dijo que no hiciera mucha sangre con las lágrimas de los soldados y los familiares. Evidentemente, no le hice caso. Me siento orgulloso de no haber escondido ningún tipo de información sensible. Me acuerdo de una asamblea del PSOE en la que Antonio Fernández Valenzuela agredió a José Luis Lassaleta. Nosotros teníamos las imágenes y se dieron en el informativo. Si eso hubiese ocurrido con un gobierno del PP y se hubiera dado el caso al revés, no se habría ofrecido nada.

¿Qué pasó cuando llegó el PP al poder?

Prescindieron de mí cuando entró Carrascosa. El PP pensaba ganar en el 96 con mayoría absoluta, y como no lo consiguió se lanzó al control de todos los medios públicos. Eduardo Zaplana se trajo entonces a su amigo de Cartagena, Jesús Sánchez Carrascosa, que impuso una manipulación y censura férrea. A mí me cesan. A partir de ese momento empezó a entrar muchísima gente y la delegación que teníamos se quedó pequeña. Entraron familiares directos de diputados, de alcaldes, de cargos políticos del PP. Se infló la plantilla hasta límites insospechados. Hasta hace poco, aquí mismo en estas instalaciones hemos tenido un trabajador que al mismo tiempo era cargo del PP, con despacho, que no venían a trabajar. En 2012 sólo vino a trabajar el día de la huelga.

¿Recuerda alguna exigencia de la dirección?

Sí. En 2007 me fui a San Sebastián al congreso Lo Mejor de la Gastronomía y no querían que dijese ni Costa Blanca, ni que entrevistase a Ripoll. Aquí la consigna era, cuando ganó Camps, quería deshacerse de todos los restos del zaplanismo. Pero me negué. Decía Costa Blanca y si tenía que meter un corte de Ripoll, lo metía.

¿Cuando Camps llegó al poder se redobló la manipulación?

Los trabajadores ya no venían de Aigües o Benidorm, sino de Sant Joan. El último delegado que tuvimos fue Manolo Aracil, que se encargaba de coordinar todas las acciones para deshacerse de los últimos elementos del zaplanismo.