Montones y más montones de chatarra que viajarán en enormes barcos con destino a Portugal y Turquía. La imagen del muelle 11 de la zona de poniente, en el puerto de Alicante, es un exponente de cómo la crisis está cambiando nuestro modelo productivo y obligando a las empresas a reinventarse a toda costa.

Con la construcción totalmente parada y una industria a medio gas, la provincia de Alicante ha pasado en los últimos años de tener que importar chatarra para cubrir las necesidades de las empresas a exportarla desde el puerto de Alicante a otros países. «Los destinos son naciones económicamente emergentes, como Turquía, o que mantienen una industria siderúrgica fuerte, como Portugal», explica Felipe Fuster, gerente de la empresa consignataria y estibadora Alicante Port.

Actualmente esa exportación complementa a un débil consumo interno por parte de las empresas de la zona. La importación, por contra, prácticamente ha desaparecido, según explican empresas del sector.

Hasta el puerto de Alicante llega la chatarra cortada y en el mismo muelle se apila y clasifica según su calidad. Cada mes y medio la chatarra es cargada mediante enorme grúas a barcos que alcanzan las 5.0000 toneladas. El año pasado salieron de los muelles alicantinos 25.500 toneladas de material. Ya en las siderurgias de los países de destino, la chatarra se funde para hacer todo tipo de productos, desde vigas para la construcción a chapas de vehículos, pasando por piezas para fabricar trenes o aviones. El precio de estos metales está en constante fluctuación «y lo marcan las fundiciones en base a su necesidad», señala Gustavo Gutiérrez, socio de la empresa G7 Catmur, una de las mercantiles que exporta chatarra desde el puerto de Alicante. Para el caso de otros metales, como el cobre, el coste viene determinado, en parte, por su cotización en la Bolsa de Metales de Londres, «aunque en última instancia subirá o bajará dependiendo de la necesidad que tengan las empresas del mismo».

El elevado precio que se paga por este último metal ha extendido la sospecha a todas las empresas. «Parece que todo el producto procedente de los robos se canaliza a través nuestra y eso no es cierto. Es más, nosotros somos a la vez víctimas de muchos robos». Empresas como las que gestiona Gutiérrez tratan de mirar con lupa la procedencia de los metales con los que comercian. «Nosotros compramos el 95% de la chatarra a empresas del sector industrial o pequeñas mercantiles y con el cobre somos extremadamente escrupulosos en vigilar su procedencia». Y es que, durante los últimos años, han surgido en España mafias en torno al robo y tráfico de metales hacia otros países.