Desde que en diciembre de 1994 se facultó a los alcaldes, y en su nombre a los concejales, para oficiar bodas, el Salón Azul del Ayuntamiento de Alicante ha sido testigo de infinidad de anécdotas que han tenido como protagonistas a las alrededor de 6.000 parejas que han contraído allí matrimonio; desde novios que no han aparecido a otros que han pretendido oficiar su boda civil con un sacerdote. En el Ayuntamiento se recuerda un enlace en la que la amistad de la pareja con un cura propició que éste bendijera la unión pese a que el novio estaba divorciado.

«No tenían la nulidad y eran muy creyentes, así que el cura participó en la ceremonia», recuerda la alcaldesa, Sonia Castedo; un caso similar al que le ocurrió al concejal Juan Seva con una pareja «que quiso que les dirigiera unas palabras un pastor evangélico. Por nosotros no hay problema».

El olvido o la pérdida de los anillos es frecuente. «Los anillos en las bodas civiles no son obligatorios pero para muchas parejas son importantes», señala Juan Seva, quien recuerda una ocasión «en la que tuvimos que esperar veinte minutos porque la novia no quiso casarse sin los anillos y un familiar tuvo que ir al hotel donde los habían olvidado». Las bodas civiles permiten unas libertades que no se dan en las bodas religiosas. Así, por ejemplo, Castedo casó a una pareja que optó por intercambiarse pendientes en vez de anillos. «Cuando les pregunté si llevaban anillos me dijeron que no, pero que llevaban pendientes y se los pusieron uno al otro. Son elecciones de cada pareja. Es su día y a nosotros nos da igual ceder en lo que podamos».

En las bodas que se celebran en el Ayuntamiento, los oficiantes apenas tienen que leer las leyes y dar por casados a los novios, pero los ediles optar por añadir poemas e incluso intentar conocer algo de la pareja para darle mayor calidez, tal como ha señalado la concejal Sonia Alegría. «A mí me encanta casar», señala, mientras recuerda la primera vez que ofició una ceremonia: «Fue entre dos mujeres y por eso me puse un poco nerviosa porque no quería meter la pata, pero todo fue muy bien».

Quien sí metió una vez la pata fue la propia alcaldesa. «Estaba leyendo los datos de los contrayentes y, al preguntarles si todo era correcto, el novio me dijo que no; que ellos no se llamaban así. Me había confundido de carpeta», indica riendo. Y es que los concejales, que se reparten las bodas por semanas, pueden llegar a oficiar hasta 8 en un día. En Alicante siempre se casa los sábados con la posibilidad de realizar cuatro bodas por la mañana y cuatro por la tarde. La alcaldesa no entra en el turno, pero sin embargo es la que más casa. «Yo a quienes me lo piden les caso y tengo el récord en el Ayuntamiento de bodas». ¿Su anécdota más divertida? «No sé si divertida, pero me acuerdo mucho de una en la que los novios no venían y, a los veinte minutos de espera, como tenemos sus datos, les llamamos y nos respondió el novio diciendo que no podían venir porque ella estaba de parto en el Hospital».

Tampoco entran en el turno los concejales de la oposición aunque sí ofician bodas cuando los contrayentes lo piden por amistad e incluso por afinidad política. El concejal socialista Gabriel Moreno recuerda la última boda que ha oficiado: «Fue muy bonita porque fueron novios a los 16 años, se perdieron la pista y se reencontraron a los 56 años y se casaron».

Quien ha oficiado cientos de bodas es el concejal Miguel Valor. «Yo he visto de todo, desde un hombre de 80 años casándose con una chica jovencísima, a otros que me pidieron mirar al público y lo apañamos como pudimos poniéndolos a mi lado, e incluso he tenido a alguna pareja que no se ha presentado. Nosotros intentamos siempre adaptarnos a lo que quiere la pareja. Hay quien viene en vaqueros y sólo quiere que les cases en 5 minutos y otros que vienen vestidos como en una boda religiosa y piden que un amigo cante o traen violines y se hacen ceremonias preciosas», señala. También Mariano Postigo asegura que le gusta casar, e intenta leer poemas en la ceremonia «aunque una vez vino la pareja y dos testigos. Yo intenté leer algo para hacerlo bonito y me dijeron que no me enrollara y que sólo venían a casarse».

Desde este verano, las parejas tienen la opción de casarse fuera del Ayuntamiento y los concejales se encuentran cada vez con más novios que solicitan hacerlo en los salones donde van a realizar el convite. ¿Problema? Ninguno, aunque, tal como señala Sonia Castedo, «tienen que avisar con tiempo porque sería imposible para el concejal al que le toque casar ese día ir de acá para allá cada media hora. Sería una locura».