Ya ha cumplido los 24, ha terminado los estudios y no trabaja. Ni se plantea dejar la casa familiar y no hay día en que sus padres no se quejen de que se pasa horas con la play y el móvil. Éste es un perfil habitual en muchos jóvenes veinteañeros que, pese a su edad, parecen seguir en la adolescencia, algo, al parecer, cada día más frecuente según psicopedagogos y profesores que constatan un bajo grado de maduración entre los jóvenes.

La Universidad Rovira i Virgili de Tarragona ha realizado un trabajo de más de tres años en el que ha estudiado el comportamiento de adolescentes y jóvenes para valorar su madurez psicológica. Este estudio ha llegado a la conclusión de que la edad de maduración se ha retrasado hasta los 27 años de media. Por supuesto que no todos los jóvenes son iguales, pero la tendencia, a juicio de los expertos, es que la inmadurez de los jóvenes se prolonga durante más tiempo que en generaciones anteriores. El estudio de la Universidad Rovira i Virgili se basa en una encuesta de 26 preguntas dirigidas a mil jóvenes con las que cuantificaron el grado de madurez de los chavales en los ámbitos de orientación al trabajo, autonomía y conocimiento sobre sí mismos, concluyendo que los jóvenes tienen un grado muy bajo de madurez psicológica. Los expertos consideran que hay un salto madurativo alrededor de los 23 años, pero añaden que, hasta los 27, la mayoría de las personas no son capaces de asumir sus responsabilidades, no son conscientes de la realidad que les rodea y permanecen infantilizadas.

El psicopedagogo alicantino Antonio Cuevas define esta generación como "la de los jóvenes bonsái, porque no les dejamos crecer", para añadir que "cada día los adolescentes son más precoces en el consumo de alcohol o en el sexo, con relaciones completas a los 14 ó 15 años, pero, al tiempo, han retrasado su maduración. A nosotros nos tocó madurar mucho antes".

A juicio del especialista, "a los niños se les sobreprotege y no se les deja desarrollarse, pero sin embargo los padres son muy permisivos. Además, los niños están acostumbrados a tener de todo antes incluso de que lo pidan, de forma que no toman decisiones, no se implican y creen que las cosas ocurren por generación espontánea". La falta de trabajo por la crisis ha alargado el tiempo de permanencia de los jóvenes en casa, lo que retrasa aún más su maduración. Ante esta situación, Cuevas considera que "es básico que se sientan útiles. Si un joven de 25 años está en casa sin hacer nada, no puede evolucionar. Hay que animarlo a hacer cosas, a vincularse con entidades sociales, culturales, benéficas, a hacer deporte, a salir. Hay miles de cosas que se pueden hacer y eso abre un mundo de posibilidades".

Igualmente, Laura Oliva, directora del Instituto Mutxamel 1, coincide en que, "aunque no se puede generalizar", sí se está retrasando la edad de maduración. A su juicio, uno de los principales problemas de los jóvenes en la actualidad es que "son chicos que se socializan con muy pocas frustraciones personales y, sin frustración, es difícil madurar. Antes de que deseen algo se lo dan y hay poca paciencia. Prima la inmediatez y no son conscientes de que no se puede tener todo" lo que, unido a la sobreprotección provoca que muchos jóvenes estén infantilizados.

Para Laura Oliver, con todo, "hay muchos jóvenes responsables, serios e independientes que se preocupan por su futuro y a los que se les han inculcado valores de superación, pero la gran estafa de estos momentos es que estos jóvenes, que están muy preparados, no tienen salida profesional y no se pueden independizar".