Aunque las banderitas de colores ondean en las calles del pueblo, los vecinos de La Torre de les Maçanes no están para fiestas después de que el fuego haya arrasado la que, aseguran, era la zona de bosque más frondosa y atractiva del entorno. Después de pasar la noche en vela, vigilantes ante el avance del fuego y con el miedo en el cuerpo por la proximidad de las llamas, el olor a quemado y la nube de humo que envolvió el pueblo durante la madrugada, los vecinos coincidieron ayer al mostrar su impotencia y, sobre todo, su indignación ante una desgracia que, afirman, "se veía venir".

Así lo asegura, por ejemplo, José Luis Llinares, propietario de uno de los bares de la localidad, quien destaca que "el monte no estaba tan limpio como hace años, cuando se cuidaban más los márgenes de la carretera". En la misma línea, Paula García, sostiene que la sensación entre el vecindario es de "indignación" porque, según apunta, "la desgracia se podría haber evitado con más inversión y limpieza de los montes". Al respecto, Francisco Javier Cerrillo considera que el origen del incendio fue "un accidente", pero apunta que si el monte "hubiera estado limpio y se hubiera actuado antes, el fuego no se hubiera extendido tanto".

Este último, presidente de la comisión de fiestas, admite que el cuerpo de los vecinos no está para música, bailes o banyà después de haber visto como el fuego se cobraba la vida de dos personas y arrasaba el enclave más frondoso del entorno. Un espacio conocido entre los vecinos como la "ruta del colesterol" porque el entramado de sendas y caminos era utilizado a diario por jóvenes y mayores para pasear y hacer deporte, "sobre todo para ir en bicicleta", cuenta José Alvarado, otro miembro de la directiva de las fiestas, suspendidas tras el suceso. "El pueblo ha perdido su atractivo, lo que nos diferenciaba", lamenta Danae Ronda, quien se muestra convencida de que "lo que había, no lo vamos a volver a ver".

Los cuerpos no están para fiestas porque "quien no ha perdido sus terrenos o sus casas, ve como le ha ocurrido a un amigo o a un familiar", relata José Luis Llinares. Es el caso, por ejemplo, de Antonio León y María Espí, un matrimonio de alicantinos que hace cuarenta años adquirieron un refugio y una finca de 100.000 metros cuadrados de pinos en la zona arrasada por las llamas. "No nos han dejado llegar hasta la casa, pero sí hemos podido ver cómo el pinar está completamente quemado", cuenta Espí, quien relata con tristeza que "era una zona preciosa, con unas vistas increíbles y, ahora, su estado es deprimente". El matrimonio muestra su desconsuelo y lamenta que "ya no lo veremos reforestado". La familia de Vicente Espadas, propietaria de una de las fincas afectadas, también quiso comprobar el estado en que habían quedado sus propiedades. "Nos alertaron los vecinos y vinimos el domingo, pero no nos dejaron acercarnos", cuenta Espadas momentos antes de subir en el coche para tratar de llegar hasta sus propiedades. "Nos han comentado que la casa no está afectada, pero los pinos se han quemado", explica.

Como ellos, son muchas las personas de otras localidades de la provincia que tienen terrenos o casas en la zona afectada por las llamas y que ayer llegaron hasta La Torre para comprobar si el fuego había arrasado con sus propiedades. Entre estos últimos, los efectivos trasladados hasta allí para trabajar en el incendio y los numerosos periodistas que desembarcaron en La Torre, la localidad registró durante la mañana de ayer un trasiego inusual. En la calle, los vecinos formaban corrillos y la conversación no era otra que el fuego y sus consecuencias, así como la noche de insomnio que muchos de ellos pasaron.

"Hemos pasado miedo, porque veíamos que se acercaba mucho", señala María Llinares, quien cuenta que numerosos vecinos pasaron la noche en la calle contemplando la escena con "impotencia". César Verdú asegura que pasada la media noche del domingo "comenzó a llegar el humo al pueblo e, incluso, costaba respirar". Este último cuenta que muchos vecinos permanecieron hasta altas horas de la madrugada expectantes ante la evolución del fuego y algunos, incluso, no pegaron ojo. "Estamos desilusionados y tristes porque era la mejor zona de pinada, pero el monte está muy descuidad y era algo que, al final, tenía que pasar", critica.

Las historias relacionadas con la catástrofe del fuego corrían de corrillo en corrillo. Entre ellas, algunas alentadoras. Como la que relató Angelita Romero, quien señaló que un amigo suyo se encontraba en el interior de su casa en la zona de la Rabosina, donde se originó el fuego, cuando se vio sorprendido por las llamas y "cogió a una vecina mayor para rescatarla del incendio y traerla al pueblo". Danae Ronda cuenta que, cuando el incendio se recrudeció, "abrieron el coto para que los animales pudieran huir".

La zona arrasada era frecuentada por los vecinos para pasear o hacer deporte y en ella había muchos propietarios de terrenos.El matrimonio de Antonio León y María Espí comprueban cómo el fuego ha arrasado los pinares de su finca. f jose navarro