"Qué lástima. Esto es una tragedia para nosotros después de todo el año preparando este día pero no podemos luchar contra el tiempo. La lluvia ha ido a más y no podíamos continuar porque se podía poner en peligro la vida de la gente. Con todo el dolor de nuestro corazón hemos tenido que suspender", explicaba con lágrimas en los ojos Ramón Riquelme, hermano mayor de la cofradía de Santa Cruz, una de las más carismáticas de Alicante, cuando el último de sus cuatro tronos llegaba a la plaza de la ermita que corona el Casco Antiguo, donde tienen su sede. Fue un regreso anticipado de la procesión, aconsejado además por la Policía Local, a causa del fuerte aguacero que cayó en torno a las ocho de la tarde.

Con palabras y gestos de ánimo, los costaleros arroparon a Riquelme, que esperaba culminar un brillante desfile en su 25 aniversario al frente de la hermandad. La previsión meteorológica para la hora de salida de la procesión no era demasiado mala y él había pedido un respiro a San Pedro, por lo que decidieron intentarlo. "Espero que abra las nubes", dijo, mientras aseguraba que nunca en la historia de esta hermandad, fundada en 1945, habían dejado de salir. Solo en 1947, relató, el paso más grande que tienen, El Descendimiento, se tuvo que quedar en el regreso en la Concatedral de San Nicolás, por una lluvia torrencial.

Pese a que jarreó a media mañana, el hecho de que el cielo se abriera algo pasadas las cinco de la tarde animó a la hermandad y a los alicantinos, que de nuevo llenaron las estrechas calles y todo el recorrido hasta la Rambla esperando la llegada de la colorista procesión. Los balcones del Casco Antiguo estaban, como siempre engalanados. Arriba, en la plaza de la ermita, los pasos había estado todo el día cubiertos con plásticos, todos menos El Descendimiento, al que pusieron las flores dentro del templo.

La procesión arrancó puntual, a las siete de la tarde, con El Cautivo, que estrenaba una peluca de cabello natural encargada en Sevilla por la que la hermandad pagó 2.000 euros. En ese momento comenzaron a caer las primeras gotas. En el público, unos abrían sus paraguas, otros se cubrían la cabeza con la capucha del abrigo, y los costaleros se esforzaban por no resbalar en la primera escalinata. Varias filas de cofrades empujaban para sostener a los compañeros que llevaban los varales de este Cristo de túnica morada y adorno de claveles rojos, mientras el capataz gritaba "El baile cortito, que no caiga ni una sola flor". La lluvia arreciaba pero el Cristo de la Fe, "El Gitano", el que más devoción despierta, también hizo su aparición. Los más devotos se estiraban para tocar la cruz, y los "bravos" se contagiaron cuando los costaleros superaron la verja de la ermita.

Le tocaba el turno a la Dolorosa, para la que habían comprado una saya nueva bordada en oro, que les costó 6.000 euros. Eran las siete y veinte, llovía mucho, y se produjo un primer parón mientras algunas costaleras se abrazaban y lloraban. En la ermita, algunos costaleros del Descendimiento, el último paso de la hermandad, dudaban de su salida. "El rey", como le llaman, lleva cinco imágenes y pesa más de 2.000 kilos. Aún así, aseguraban que "no es por los costaleros sino por los mantos, que es lo más sagrado que hay. Como apriete no se puede bajar".

Sin embargo, pocos minutos después salían ambos en procesión. El paso de la Virgen es portado íntegramente por chicas, que hicieron una barrera de hasta doce filas de costaleras para frenar a las que iban en los varales. La capataz intentaba poner en orden pero la tensión se vio en las caras de todos los presentes cuando los faroles de un lateral del trono tropezaron con la cancela de la ermita. Pese a todo, lograron enderezar y seguir en medio de un fuerte aplauso de los asistentes.

A las ocho menos veinte sonó el himno nacional. El Descendimiento salía de la ermita no sin esfuerzo. Justo detrás estaba la presidencia, con el vicepresidente del Consell, José Ciscar, y el conseller de Justicia, Jorge Cabré, entre otros, empapados. Lo mismo que los ediles Andrés Llorens o Miguel Valor, que minutos antes habían estado esperando en la plaza.

Los cargadores de este majestuoso trono parecían haber cogido velocidad y bajaron la calle Diputado Auset en un suspiro. Llovía cada vez más pero se escuchaban las saetas que desde los balcones los cantaores interpretaban para los pasos conforme iban descendiendo, y las calles se veían repletas, eso sí, de paraguas. Sin embargo, en un instante el panorama cambió. El público que había empezado a bajar tras El Descendimiento empezó a correr hacia arriba diciendo que la procesión volvía. Este trono, una de las joyas de la Semana Santa alicantina con sus esculturas de Castillo Lastrucci, solo llegó a la plaza de San Antonio, donde habían empezado a cubrir las imágenes con plásticos. Al alcanzar su templo, los costaleros se animaron cantando vivas a Santa Cruz.

Sucesivamente regresaron la Dolorosa, tapada con plásticos, El Gitano y El Cautivo, que cuando se dio la vuelta estaba ya en la Rambla. "La Policía Local ha dicho que teníamos que regresar, que era muy arriesgado", explicaba un cofrade. Benjamín Rodríguez, costalero de El Gitano, indicaba que ellos llegaron a la plaza del Carmen "pero no hemos podido más porque llovía demasiado y era peligroso". La mayor parte cogió flores de los distintos pasos y se las llevaron como recuerdo en medio de la escampada de músicos de las distintas bandas y de los integrantes de las centurias romanas, más que empapados. Lo mismo que las damas de mantilla, entre las que estuvieron la Bellea y su corte.

Poco después de la suspensión dejó de llover, hasta el punto de que las procesiones más tardías del Miércoles Santo salieron de sus sedes y se procedió a preparar de nuevo la tribuna de la Rambla, en la que estuvo la alcaldesa.

Una de ellas comenzó en el Convento de las Monjas de la Sangre, en otro punto del Casco Antiguo. Las saetas de la cantaora Juani Mérida recibieron al trono del Divino Amor, que atravesó la cancela del templo portado por estudiantes de la Facultad de Derecho en su mayoría. Entre ellos estaba también el presidente de la Agrupación de Jóvenes Abogados, Carlos Frigola. Por primera vez el paso salió escoltado por la Policía Local.

Después salió la Virgen de la Soledad, "La Marinera", con sus llamativos faroles de cola y las tulipas encendidas a hombros de sus costaleros, miembros de la tuna de Derecho de la Universidad de Alicante. Se trata de la única imagen de Semana Santa en España portada por tunos, considerados "costaleros de privilegio" a causa de la relación histórica entre la cofradía, una de las más antiguas ya que según documentos su origen se remonta a 1606, con el ámbito de la judicatura y la abogacía. Esta virgen es llamada así porque los marineros invocaban su protección para no ser cautivos de los piratas berberiscos. Muy antigua y de autor desconocido, desapareció en 1931 con el saqueo de conventos. Meses después fue hallada entre escombros, pero solo quedaba intacta la cara, que se restauró y se completó con un cuerpo de bastidor.

En la comitiva presidencial de esta procesión, que en torno a las 23 horas pidió la venia, estaban Fernando Candela, decano del Colegio de Abogados de Alicante, y la decana de la Facultad de Derecho Amparo Navarro. También el decano del Colegio de Procuradores, el comandante de Marina y otros cargos militares. Y la niña Alexia Herrador, Capuchina Infantil. Este año, pese a la crisis, la cofradía ha ganado 23 costaleros, 20 cofrades y 22 damas de mantilla.

También desfiló la procesión de la hermandad de Jesús del Gran Poder y La Esperanza, fundada en 1860 por Víctor Cristóbal Salvetti, Cónsul de Italia en Alicante, quien se trajo de Italia una Dolorosa del siglo XVIII, de la escuela florentina, que se expuso en la desaparecida iglesia de San Francisco. Con la quema de este templo desapareció toda la documentación sobre la hermandad y la talla. Tras la Guerra Civil el imaginero sevillano Antonio Castillo Lastrucci hizo las dos imágenes con las que en la actualidad desfilan.

El Cristo rebasó en primer lugar la cancela de la Misericordia, con música de capilla y con su trono transformado a costal en 2010 coincidiendo con el 150 aniversario de la hermandad, y adornado con un monte de clavel rojo. Luego salió La Esperanza, vistiendo por primera vez en Semana Santa el manto de terciopelo verde y oro que bordó José Espadero para su coronación canónica. El palio de Nuestra Señora lució recién restaurada su pintura de gloria impresa en el techo, que tiene como escena principal a la patrona de Alicante, la Virgen del Remedio. También llevaban el nuevo simpecado que Espadero hizo para la coronación. La Virgen, el primer trono que salió a costal en Alicante hace casi 20 años, iba adornado con orquídeas y rosas de pitiminí en color champán, y acompañado de una banda de música de Hellín. La procesión, en la que participaron 40 damas de mantilla, 208 hermanos de fila y más de cien costaleros, impregnó las calles de la mezcla de inciensos que traen desde el Lejano Oriente.

La noche acabó con las saetas de Raquel Álvarez al Divino Amor desde los balcones del Ayuntamiento que dan a la plaza de la Santísima Faz, en el retorno del trono al Convento de la Sangre.