A menos de media hora de poner en marcha los pasos, todo parece estar listo. Incluso la meteorología, en contra de algunas previsiones, se muestra respetuosa con lo que pretende ser una procesión tranquila y sin sobresaltos. Los costaleros, nazarenos y damas de mantilla de la Hermandad del Prendimiento y Nuestra Señora del Consuelo reciben las últimas instrucciones con caras de concentración. Las 170 personas que van a tomar parte en la salida se preparan para el momento que llevan un año aguardando.

Entre ellas, destaca la figura de Míchel Ortuño. Este oriolano, que trabaja como asesor en el Patronato de Deportes del Ayuntamiento de Alicante, afronta su cuarto año consecutivo como costalero, aunque su vinculación con la Semana Santa viene de muchos años atrás. Sin embargo, ésta es una tarde especialmente emotiva para él, tras haber recibido con satisfacción, apenas unas horas antes, el resultado de unas comprometedoras pruebas médicas. Por ello, su sacrificio será también una forma de agradecimiento y reafirmación de su fe.

Nada más llegar, comienzan los chascarrillos de algunos compañeros. "¿Qué pasa, Míchel? Habrás comido fuerte hoy, ¿no?", pregunta con ironía uno de ellos, ante el esfuerzo físico que se les presenta. Por suerte, el paso principal cuenta este año con algunos costaleros más que en 2011, lo que ayudará a completar el recorrido con algo más de desahogo. "El año pasado solo fuimos treinta y siete compañeros. Hoy estamos aquí cuarenta y cinco. A la larga, se nota", explica Ortuño.

La procesión sale a buen ritmo en torno a las seis de la tarde, al compás del Himno nacional. Ataviados con vesta y guantes blancos, Míchel y el resto de costaleros afrontan un recorrido largo, que abarcará desde el Museo Arqueológico hasta el Ayuntamiento, bajando por la antigua tabacalera para enlazar con la Carrera Oficial. A la altura de la calle San Carlos, los devotos ya se aglomeran en ambas aceras, contemplando la escena en silencio. "El peso empieza a notarse. En los primeros minutos estamos sufriendo, pero con ganas, se consigue todo", comenta el protagonista.

A medida que avanza el paso, algunos costaleros saludan a familiares y conocidos, mientras que otros empiezan a mostrar los primeros semblantes de dolor. En cada parada, todos comentan sus sensaciones y se preguntan unos a otros, mientras empiezan a circular las primeras botellas de agua. Son momentos de compañerismo, de esfuerzo colectivo. Su vocación así lo exige. Preguntado por sus sensaciones, Míchel no tiene dudas: "Alegría. Ante todo, alegría".