"Haga como el sol, pase el invierno en Alicante". El eslogan acuñado por Correos a principios de los años 90 no parece haber tenido mucho éxito entre dos de las principales compañías aéreas del aeropuerto de El Altet, que acaban de anunciar drásticos recortes en su programación del próximo invierno. En total, Alicante pierde, esperemos que temporalmente, sus vuelos directos con 27 ciudades europeas cuyos vecinos seguro que se pensarán seriamente el plantearse unas vacaciones o realizar un escapada a la Costa Blanca en los próximos meses. A nadie se le puede ocultar que el vuelo directo es el vuelo directo. A nadie le gusta arriesgarse a quedarse tirado en una terminal intermedia por muy bien que funcionen, por ejemplo, la T-4 de Barajas, o la base montada por Air Berlin en Palma de Mallorca.

Las compañías aéreas hacen sus números y, a tenor de los tijeretazos de Ryanair -el conflicto de los embarques no se lo termina de creer nadie- y Air Berlin (el resto de las aerolíneas mantiene la programación, pero también reducen significativamente las frecuencias), ha quedado meridianamente confirmado que la Costa Blanca vuelve a ser un destino de temporada y la ocupación turística del invierno, salvo alguna excepción en los puentes o algún esporádico fin de semana, se nutrirá durante los próximos seis meses de los pensionistas del Imserso -veinte euros de ingreso por persona y día para los hoteleros con los que tiene que afrontar el coste de tres comidas, alojamiento y personal- y con jubilados, españoles y europeos. Con mayor poder adquisitivo, pero que cuentan con un abanico mucho más grande de oferta para elegir.

Cierto que, salvo en Canarias, el problema de la falta de clientes en invierno afecta a todos los destinos pero todo apunta a que la temporada baja será dura, y sólo los empresarios de Benidorm, sobre todo aquellos que tienen los hoteles amortizados, capeará el temporal. El resto, a verlas venir... y gracias que, al menos, Alicante tiene un mes asegurado gracias a la salida de una nueva edición de la Volvo Ocean Race. Pero después, ¿qué?

Lo peor, por otro lado, es que a la crisis económica que explica, en gran parte, la sangría de clientes, se suman la falta de presupuestos para realizar una buena promoción, y la alarmante falta de ideas de la Administración para generar productos atractivos para los turistas. Los precios bajos hace tiempo que dejaron de ser un elemento competitivo para tratar de incrementar mercado, tras alcanzar uno de los mejores niveles de relación calidad/precio del Mediterráneo, y el turismo de lujo esquiva la Costa Blanca. Una zona que se diseñó para satisfacer al cliente medio-bajo español e inglés, y que desde abril cuenta con un aeropuerto de 700 millones de euros con dos terminales cerradas y un aparcamiento sin coches para cubrir sus cinco espectaculares plantas.

Nadie puede cuestionar la calidad arquitectónica y la majestuosidad de la nueva terminal, pero quizá algún día el ministro que proclama que España ha vivido por encima de sus posibilidades, debiera pedir explicaciones a los rectores de Aena, del por qué, por ejemplo, se ha triplicado el recibo de la luz en El Altet. El aeropuerto no tiene la culpa de que vengan más o menos pasajeros, por supuesto, pero en los tiempos que estamos, también se podía haber hecho algo más apañado, porque el pasajero de las compañías de bajo coste, que mira el euro al milímetro antes de sacar el billete, no está pensado es comprarse después una crema de 30 euros o tomarse un arroz al aroma de los siete mares cuando pisa la terminal. Entre la tejavana y las cúpulas de cristal hay un término medio.

La Cámara de Comercio ya ha puesto el grito en el cielo. Veremos si hay capacidad de reacción porque no nos podemos quedar con aquello de que ¡"como el aeropuerto es estacional....!", que sostienen los rectores de Aena.

Si El Altet es estacional quizá habría que plantearse pedir explicaciones al que diseñó una terminal de 700 millones de euros.