­Jorge Alarte tiene, al menos de momento, una prórroga para seguir al frente del PSPV. Pero su futuro, a día de hoy, es incierto. Tras el histórico batacazo electoral del 22-M, el dirigente socialista, durante la convocatoria del comité nacional de su partido, se garantizó, al menos durante los próximos meses, una cierta estabilidad al asumir un documento impulsado por el sector lermista, con Ximo Puig –su rival en el congreso de 2008– y Ángel Franco a la cabeza, en el que, entre otras cosas, se propone la convocatoria de una conferencia política para dar un giro al discurso del PSPV; redireccionar el trabajo en las Cortes, lo que supone, a corto plazo, colocar a Ángel Luna en un segundo plano de la iniciativa parlamentaria; y, a nivel orgánico, reforzar de nuevo, apenas dos años después de su desaparición, la organización comarcal.

En un larguísimo comité de más de ocho horas de debate –hubo hasta parada a medio día para comer– y medio centenar de intervenciones, Jorge Alarte, forzado por los acontecimientos, reconoció el fracaso, anunció un cambio de rumbo con un discurso centrado a partir de ahora en medidas para salir de la crisis económica y salvó la cabeza con el beneplácito –aunque no unánime– de buena parte de los dirigentes afines al ex presidente de la Generalitat, Joan Lerma, que ya vuelven a tener mando en plaza en el PSPV. Fueron, de hecho, los únicos, al margen de los partidarios de Alarte, que pidieron abiertamente la continuidad de la dirección que encabeza Jorge Alarte. La historia se repite. Hace cuatro años, Joan Ignasi Pla, entonces derrotado en las urnas aunque con un resultado superior al de Alarte, salió apuntalado por los lermistas. A los tres meses, sin embargo, le tocó dimitir. Jorge Alarte, de no mediar un contratiempo, continuará hasta después de las elecciones generales de marzo. Entonces se decidirá su futuro al frente del PSPV.

«Mi éxito es tu éxito. Tu derrota es nuestra derrota», lanzó Ximo Puig desde la tribuna para sellar la alianza. No es, en todo caso, un cheque en blanco. A última hora del sábado, Puig remitió a Alarte un documento en el que ponía sus condiciones: nombrar de inmediato los comités de campaña para las elecciones generales de marzo para limitar el margen de maniobra de las ejecutivas y repartir juego entre las familias; convocar una conferencia política; ordenar a los grupos institucionales, especialmente los diputados en las Cortes, a centrarse en la economía y el empleo frente al discurso de la corrupción; ofrecer un pacto por el empleo y el crecimiento sostenible; recuperar un toque valencianista para frenar el auge de Compromís; y reforzar el papel de las comarcas, arrinconadas en 2009 para recuperar la estructura provincial. Todo eso, además, se traducirá en la entrada de Ximo Puig en la ejecutiva y en un reparto de las listas al Congreso y el Senado.

El documento, transformado en propuesta de resolución, estaba rubricado por Ximo Puig, Ángel Franco o Diego Maciá, entre otros. No hizo falta ni siquiera someterlo a votación. Lo adoptará en su próxima reunión la ejecutiva del PSPV como una especie de hoja de ruta para los próximos meses. Alarte, de hecho, lo asumió casi al completo en una intervención inicial en tono grave y, por momentos, transmitiendo, incluso, una imagen de desolación. Admitió la responsabilidad de la derrota y se comprometió al cambio de rumbo. Lo único que no citó fue la petición de Ximo Puig de volver a disputar el espacio del valencianismo progresista a Compromís. Fue suficiente para Jorge Alarte.

Con esa maniobra y con la decisión de Ferraz de cerrar en falso la crisis interna con la imposición a través de un pacto entre los notables socialistas de Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato a la presidencia del Gobierno, el discurso crítico, al menos en parte, se diluyó pese a que, es una evidencia, los socialistas valencianos, con una crisis estructural, están en peor situación electoral que en el resto de España; se enfrentan a la pujanza de Compromís y, en menor medida, de EU; y acumulan cerca de dos décadas de derrotas continuadas en las urnas frente al PP de la Comunidad.

Con ese escenario, los mayores ataques llegaron desde los seguidores de Francesc Romeu –alto cargo en el ministerio que dirige el número dos socialista, José Blanco–, entre ellos los alicantinos Luis Almarcha y Francesc de Paula Seva; los afines a Antoni Asunción con Francesc Baixauli, exalcalde de la localidad valenciana de Silla, a la cabeza; la corriente Izquierda Socialista; y el exsecretario general del PSPV, Joan Ignasi Pla. Todos reclamaron la convocatoria de un congreso extraordinario para renovar a la dirección y cuestionaron el liderazgo de Alarte. También fue muy dura Ana Barceló, secretaria provincial del PSPV en Alicante. Consideró que es momento de sumar y no de repartir, en clara referencia a la nueva estructura de poder pactada entre Alarte y los lermistas como aval de estabilidad; y aceptó la convocatoria de una conferencia política siempre y cuando atienda a unos objetivos concretos para reorientar la estrategia de toda la organización.

Mientras los socialistas discutían durante horas y horas encerrados en la primera planta de su sede central en la calle Blanqueríes de Valencia, a menos de diez minutos, en la Plaza del Ayuntamiento de la capital del Turia, miles de indignados del 15-M mantenían sus protestas con una manifestación; y en la red –otro de los grandes epicentros de la última campaña electoral–, un grupo de simpatizantes de Compromís creaba un evento con la entrevista que la diputada Mònica Oltra protagonizará el martes en una cadena de ámbito estatal, al que, en menos horas, se adhirieron cerca de dos mil personas. Dos detalles que, quizá, evidencian cuál es el verdadero drama que pone en cuestión el futuro de los socialistas como alternativa en la Comunidad.

Silencios elocuentes durante ocho horas

Fueron varios los candidatos locales y autonómicos que intervinieron durante una reunión de ocho horas. Pero fueron llamativos los silencios de la alcaldable en Alicante y número tres del PSPV, Elena Martín; del vicesecretario general, Alejandro Soler; y del síndic en las Cortes, Ángel Luna. Sí salió a la palestra José Manuel Orengo, alcalde de Gandía –el otro gran feudo socialista, junto a Elche, que ha caído en manos del PP–, para asumir la responsabilidad. Ni Elena Martín ni Alejandro Soler, por contra, salieron a la tribuna. Tampoco Luna, el inspirador máximo del discurso contra la corrupción. ¿Explicación? Los miembros de la ejecutiva del PSPV, con excepción de Alarte y los secretarios provinciales, nunca intervienen en las reuniones del máximo órgano socialista. Puede que sea así. Dirigentes del PSPV entienden que la histórica derrota en Elche –feudo socialista desde hace 32 años– y la debacle en Alicante –con la pérdida de seis ediles y de casi el 50% de los votos– requería una explicación ante los notables socialistas.

Lalo Díez dimite y acusa a Alarte de subir las cuotas para repartir sueldos de conseller

La única dimisión que se produjo durante la reunión del comité nacional del PSPV fue la de Lalo Díez, hasta ahora concejal en el Ayuntamiento de Alicante, defenestrado por Elena Martín de la candidatura después de una excelente labor de oposición y miembro de la dirección del PSPV desde el congreso del verano de 2008. No dejó títere con cabeza. Dimitió toda vez que, en su opinión, el periplo de la ejecutiva de Jorge Alarte ya ha terminado pero, al tiempo, reclamó la convocatoria de un congreso extraordinario; criticó el aumento de cuotas para repartir sueldos de conseller, en clara alusión a la nómina del propio Alarte y de Elena Martín; y puso en cuestión el futuro de la agrupación socialista de Alicante, con pérdida de afiliados, sin fuerza para cubrir las mesas electorales el pasado 22-M y con derrotas en todas las urnas de votación menos en siete. P. r. f.