Rosario, la encargada de la lavandería del Sidi, no puede parar de llorar. "Es que llevo aquí toda mi vida, desde que abrió el hotel hace 37 años, y ahora no sé qué voy a hacer". Como ella están todos, aunque lloren por dentro, porque como dice el fisioterapeuta, Pascual García, "te acostumbras a trabajar en un sitio precioso, con el mar y este entorno, disfrutando de los mejores compañeros que se puede tener, y de pronto lo cierran así. Es muy doloroso".

Los trabajadores estaban el viernes apurando sus últimas horas antes de que, con la marcha de los últimos clientes, se haya puesto hoy fin a 37 años de actividad. Nerviosos, tristes y emocionados, no era raro ver cómo se abrazaban unos a otros al cruzarse por los pasillos del hotel, muchos intentando contener la emoción al hablar con nosotros. "Es el penúltimo día de trabajo. Ahora andamos más o menos bien, pero llegará el bajón", señala Andrés Sánchez, el jefe de barra, que lleva aquí 36 años, 9 meses y 16 días. "No es una condena, es que últimamente me ha dado por contarlos". Andrés entró a trabajar aquí con 23 años "como barman", y ahora se ve en la calle con 60. Así están muchos, y es que llama la atención que gran parte de los 70 trabajadores fijos del hotel llevan aquí más de 20 o 30 años. "Me duele mucho la situación personal de muchos compañeros que se van a ver en la calle con 45 o 50 años. Mucha gente se ha dejado media vida en la empresa y no nos merecemos que no nos hayan dicho ni adiós", considera José Manuel Blázquez, uno de los cuatro maîtres del hotel que, como el resto de sus compañeros, se muestra dolido por la actitud de la empresa que les comunicó el cierre el día 5 a través del comité, "y ni siquiera han dado la cara". "No ha habido transparencia. Nos hubiéramos merecido algo más", cree Gabriela Uslander, responsable del beauty farm, quien, a sus 60 años, "pensaba que iba a jubilarme aquí".

Reuniones

En estas últimas horas los empleados compaginan la atención de los pocos clientes que quedan en una veintena de habitaciones con reuniones en las que se intercambian teléfonos, proyectan una fiesta de despedida y, sobre todo, plantean las reivindicaciones y protestas que van a llevar a cabo a partir de ahora, empezando por este mismo fin de semana. Todos creen, como señala muy gráficamente uno de los cocineros, que "es una cabronada". "Esto ha funcionado siempre, nos hemos dejado la vida aquí, y estamos muy dolidos", señala José María Cano, otro de los cocineros que se queda en la calle como su mujer, María García, gobernanta del hotel, quien, tras 35 años de trabajo, considera que "ha sido muy bonito trabajar aquí, y lo mejor, los compañeros".

Al hablar de sus compañeros todos se desbordan. "Es la plantilla mejor del mundo, unos grandes profesionales de los que yo he aprendido muchísimo", en palabras de la subdirectora del hotel, Cari Gutiérrez Pi, quien añade que "a nivel emocional estoy mal porque me he sentido siempre como en mi casa, incluso me casé aquí, y mis compañeros son como una segunda familia". También se deshace en elogios hacia los empleados el director desde hace 7 años, Pedro Mompeán. "El hotel es precioso, y el entorno, pero lo mejor del Sidi son los profesionales y la relación entre nosotros. Incluso mi mujer ha venido a despedirse de ellos y se ha ido llorando. Aquí, cuando alguien ha casado a un hijo, hemos estado todos, hacíamos fiestas, en Navidad llegaba Papá Noel para los hijos de los empleados y todos traían a los niños. Es una pena". En cuanto a su futuro, el director lo ve con la misma incertidumbre que sus compañeros. "Fíjate, estuve 21 años con Sol Meliá, lo dejé para venir aquí y ahora me voy al paro, pero no hay que lamentarse. Hay que coger el toro por los cuernos".

"Los mejores clientes"

Los empleados también se emocionan cuando recuerdan a sus clientes, muchos de los cuales están llamando al hotel en los últimos días para despedirse y mostrar su solidaridad con los trabajadores. "Anteayer lo pasé fatal porque un cliente llamó y me dijo: "Aquí estoy para lo que quieras", y te emocionas, aunque creo que yo aún no he reaccionado", señala Alicia Sendra, jefa de recepción, quien se siente "muy afortunada por haber trabajado aquí. Es muy duro pero muy enriquecedor. A veces tienes ganas de tirar la toalla, pero vale la pena". Alicia lleva aquí 25 años y destaca "muchos de los clientes que hemos tenido de calidad, con valores; gente fiel que venía año tras año con su familia y que ahora nos pregunta qué va a hacer sin nosotros". La peluquera Rosa Parodi incide en la misma línea: "Hay gente que lo primero que hacía al llegar era dejar las maletas y venir a saludarnos. Nos acordamos y nos ponemos a llorar. Es muy penoso". A su lado, Mari Paz Ortega, esteticista, que lleva en el hotel 20 años confirma que "vamos a echar de menos a muchos clientes que están afectados por el cierre y que nos están llamando sin parar".

Y se juntan y recuerdan centenares de anécdotas, muchas de ellas relacionadas con los famosos que han pasado por el hotel, "como cuando tuvimos que sacar a Diana de Gales por la puerta de la lavandería para que no la viera la prensa, o una boda en la que todos acabaron peleados", recuerda Cari, "o cuando me dijo Bibiana Fernández que era la única persona capaz de hacerla callar más de cinco minutos mientras le daba un masaje", rememora Pascual sonriendo.

Les preguntas por famosos y salen decenas de nombres: actores, cantantes, políticos, futbolistas... de todo hay, pero ellos prefieren acordarse de los clientes anónimos, algunos de los cuales llegaban a pasar hasta dos meses en el hotel.

¿Y el futuro? Lo ven con incertidumbre. José Sánchez alude a lo que todos esperan: "A ver si alguien lo compra y esto no desaparece". Entre tanto, y como señala el primer maître, Carlos Cámara, "nos vamos con la cabeza bien alta. Son los gestores los que no han estado a la altura".

Tras cientos de bodas, una para decir adiós

Tras una boda ayer para unos 90 invitados, el Sidi San Juan cierra hoy sus puertas; una boda de las muchas celebradas aquí. No en vano fue el primer hotel de Alicante en organizar ceremonias civiles junto al mar. En 1985 empezaron a organizador bodas y desde entonces han celebrado entre 60 y 100 al año. Tal como señala el director, "la mitad de ellas se realizaban aquí, bajo una pérgola en los jardines. Eran preciosas". Desde que abrió en 1974 el hotel ha acogido centenares de congresos, reuniones de empresas, cursos de formación "y un montón de presentaciones de coches", recuerda José Sánchez que ayer trabajó como camarero en la última boda en la que se sirvieron aperitivos, merluza, sorbete y pierna de cordero.