El fiscal solicita penas que suman 78 años de prisión para el presunto líder de una presunta secta destructiva y para otros once adeptos de la llamada Congregación del Olivo, asentada en las comarcas de las dos Marinas y desmantelada por la Guardia Civil hace seis años en Ondara, Benimantell, Callosa d'En Sarrià y La Nucía. La Fiscalía acusa a los 12 procesados -todos están en libertad- de asociación ilícita, estafa y de causar lesiones psicológicas relevantes a muchos seguidores del grupo, para quienes solicita además que sean indemnizados con más de un millón de euros. El presunto líder espiritual de la secta operaba en Zaragoza y Alicante y la Guardia Civil ha calculado en 800.000 euros los beneficios que podría haber obtenido desde 1995, aunque el fiscal señala en su escrito de acusación que sólo se ha podido acreditar unas ganacias de 265.746 euros en poco menos de cinco años y un perjuicio económico cercano a los cien mil euros que aportaron durante los últimos años los afectados. La Audiencia Provincial de Alicante ha señalado para principios de marzo el juicio, aunque la vista oral podría sufrir un retraso.

Según el escrito de conclusiones provisionales del fiscal, el considerado líder espirital llegó a la provincia desde Zaragoza en 1993 y se asentó en Ondara. En ambos lugares contaba con un grupo de seguidores con los que "se dedicaba a leer la Biblia" pero en 1995 dio un giro al rumbo religioso del grupo y lo orientó hacia la religión judaica erigiéndose en "líder absoluto del nuevo grupo", señala el ministerio público en su acusación. Se hacía llamar "Pastor" y se rodeó de varios adeptos privilegiados que le seguían fielmente y que formaban el grupo conocido como "el Remanente", que lo componen el resto de encausados y que presuntamente se encargaban de controlar las actividades del restos de miembros del grupo y de ejercer presión psicológica sobre ellos.

En 2001, siempre según la acusación del fiscal, el líder propuso construir un edificio para hacer allí vida en común y conseguir un contr0l absoluto sobre todos los miembros. Para ello, reclamó a los miembros que enajenaran sus bienes y entregaran cada mes el 10% de sus ingresos en calidad de diezmos extraordinarios y ordinarios. Aunque se suponía que el dinero era para gastos de la congregación el fiscal afirma que se usaron para gastos diversos del líder y de miembros del "Remanente".

La construcción del llamado "Edificio Itiel" en Ondara supone la transformación de una aparente congregación religiosa en una secta destructiva. Allí consiguió presuntamente el control absoluto sobre los miembros de la secta mediante mecanismos de control mental como el aislamiento del mundo exterior o el corte de los lazos afectivos entre las unidades familiares, hasta el punto de romper matrimonios consolidados. También provocaban un estado de culpabilización continuado en el individuo, suprimían las fuentes de supervivencia de los adeptos, cambiaban sus nombres por otros hebreos y manipulaban la sexualidad de los miembros del grupo. Los hombres, por ejemplo, tenían prohibido mantener relaciones sexuales durante el Shabat, el día sagrado de la semana judía.

Al menos una decena de adeptos que reclaman en el juicio han sufrido graves daños psicológicos consistentes en sentimiento de culpa, ansiedad, estados depresivos, miedo, problemas familiares y fobias, entre otros. El líder también vendía a sus adeptos objetos religiosos a precios desorbitados y, según el fiscal, dos de los 12 acusados recaudaban los ingresos en Ondara y Zaragoza.

Una "divinidad" con poderes sobrenaturales

La Fiscalía considera en su escrito de acusación que el dirigente de la secta destructiva del Olivo era "un líder carismático" que se consideraba como "una divinidad dotada de poderes sobrenaturales" y que pretendía ser "poseedor de la verdad absoluta, cuya palabra es dogma de fe". El líder, según el fiscal, condujo bajo presión psicológica a los miembros del grupo a distanciarse de sus relaciones sociales y lazos afectivos para vivir en una comunidad cerrada y suprimiendo sus libertades individuales y su derecho a la intimidad. Las técnicas de manipulación eran enmascaradas bajo actividades aparentemente normales como la meditación y que propiciaban el deterioro de la voluntad y capacidad de reflexión de los adeptos. P. C.