"La agricultura tendrá en los próximos 50 años tanto valor como el petróleo y el dueño de la explotación agrícola el poder". La frase, más o menos textual, de Joaquín Parra, uno de los técnicos de la Estación Experimental Agraria de Elche, resume la importancia del trabajo que desde hace años se desarrolla en este centro provincial del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA). Una especie de laboratorio de la NASA agrícola donde se trabaja para encontrar la solución ideal para que los cultivos sean rentables, sostenibles y de la mejor calidad.

Se trata de un laboratorio de pruebas en el que se combinan los métodos de la agricultura tradicional con los últimos avances de la biotecnología para mejorar los cultivos. Por el centro provincial, ubicado en carretera que une Alicante con Dolores, han pasado ya dos mil agricultores y empresarios hortofrutícolas interesados en mejorar sus cultivos en lo que se empieza a denominar la agricultura integrada. Reunir en una explotación lo mejor de la agricultura ecológica y lo tradicional. No se puede vivir sin el abono químico pero tampoco es malo reducir su uso y cambiar el insecticida por el depredador natural o, lo que es lo mismo, que la mariquita siga comiéndose al pulgón.

La primera sensación que se lleva el visitante cuando accede al centro experimental del Ivia no es muy contraria a la que puede encontrarse en una gran explotación agrícola convencional, pero la diferencia está que en el complejo ilicitano cada planta tiene su función. Desde los limoneros que se riegan con agua "mala" del embalse de El Hondo ("la mejor es la de trasvase Tajo-Segura, eso es indudable subraya Ricardo Bellver, responsable de la experimentación"), para investigar el comportamiento de cada árbol al que se ha modificado el pie, a las berenjenas listadas de Gandía en cultivo ecológico. Mientras, otros miembros del equipo se afanan en la observación de una mariquita comiéndose el pulgón que amenazaba una plantación de lechugas.

Todo se controla al milímetro siguiendo las instrucciones que llegan del "know-how" agrícola de los biólogos del centro valenciano de Moncada, desde donde parte la teoría que se aplica sobre el campo de la provincia. ¿El objetivo? "Está clarísimo, obtener las mejores especies vegetales para llegar al mercado de manera sostenible", subraya Juan de Dios Gargallo, director de la estación experimental.

Hortalizas y cítricos se someten a todo tipo de pruebas para tratar de mejorar su calidad. Escuchar a pie de campo palabras como cromosomas, patrones tetraploides, F-24... martillea un poco el oído no familiarizado, pero son reveladoras del camino que ha enfilado la agricultura provincial.

Los resultados no se han hecho esperar y, por ejemplo, ya se consiguen limoneros que pueden desarrollarse con aguas de mala calidad, naranjos que aguantan mejor la condiciones semidesérticas del suelo de algunas comarcas alicantinas o tomates sometidos a la acción de insectos depredadores como "pesticidas biológicos". "Lo que intentamos es ver cómo reacciona la planta reduciendo el pesticida e incorporándole el insecto depredador. Algo que es biológico porque desaparecerá de forma natural, en cuanto se acaben los pulgones", explica el coordinador del proyecto a las puertas del invernadero.

Lechugas, apio, cebollas, escarolas, ajos, tomates, melones, berenjenas o pimiento son sometidos a todo tipo de pruebas para mejorar la calidad del cultivo y también para evitar su pérdida.

Los investigadores han comprobado que con el paso del tiempo y la tan cacareada globalización hay especies agrícolas, algunas autóctonas de la Comunidad Valenciana como la berenjena, el melón, las habas o las judías, amenazadas de desaparición, como relata Jesús Rodríguez, responsable de los huertos ecológicos en la estación de Elche, quien avanza que "no podemos permitir que un cultivo se quede en cuatro variedades y que se estanque en manos de unas pocas grandes empresas".