"Llevo quince años viniendo aquí. Encuentro lo que no encuentro en ningún otro sitio: confianza, alguien que te escucha". Paqui tiene 41 años y desde los 15 su vida está condicionada por las drogas. No consume heroína desde hace 15 años pero sí necesita su dosis diaria de metadona, por eso viene al centro de Cruz Roja a diario. Por eso y porque, como ella dice, "aquí encuentro apoyo". Paqui no tiene casa. Vive en los bajos del Rico Pérez con su marido y otra persona. Allí han colocado unos colchones sobre cartones para aislar del frío y por lo menos no están al raso, "pero hay gente que pasa y nos tira piedras y nos insulta, sobre todo niños y jóvenes". Ahora, además, Paqui está preocupada porque "como van a arreglar el Rico Pérez ya veremos si podemos seguir allí". No reciben ningún tipo de prestación y viven "de lo que mi marido saca pidiendo por la calle". Tienen dos hijos, una niña de 11 años y un niño de 9, que están acogidos en el hogar provincial. "Los veo y tenemos contacto pero allí están mejor que en la calle. Ojalá pueda estar con ellos algún día. Me han dicho que si tengo una casa y una solvencia económica me los devolverán y ésa es mi esperanza. Ahora voy a pedir la prestación no contributiva. Ya veremos.".

El día a día de Paqui y otras personas como ella está muy ligado al centro de Drogodependencias de Cruz Roja. Cuando se levanta viene al café calor a desayunar. Aquí se ducha, lava la ropa "y a veces ni lo necesitamos nos dan algunas prendas". Además, Paqui ha participado en muchos de los talleres que se organizan. "Hice un curso de broches, de camisetas, un taller de maquillaje y también colaboré en el huerto donde plantábamos tomates y lechugas. Está bien porque te distraes". Quiere dejar la metadona pero no es fácil. "El mono es muy malo. La metadona es mejor que la heroína pero también encadena", apunta.