San Blas puso ayer el punto y final a sus fiestas de Moros y Cristianos con la celebración de las emblemáticas embajadas. El barrio se llenó del ruido y el humo de arcabuces de los festeros y los vecinos asistieron a las representaciones de la capitulación del castillo, primero rendido por los cristianos ante el bando de la media luna, celebrada por la mañana, y la reconquista de la fortaleza por la tarde.

Este año el fin de fiestas ha estado marcado por la emoción de haber sido España campeona del mundo de fútbol. Al tradicional entusiasmo de los vecinos por la celebración se le sumaba la alegría del día anterior. Camisetas y banderas rojigualdas adornaban la avenida de los Condes de Soto Ameno por la que discurren los desfiles.

A primera hora de la mañana se celebraron los clásicos almuerzos en los distintos cuarteles y a las 11 comenzó la embajada del bando moro. Decenas de festeros, ataviados con armaduras y cascos, representaron la batalla con disparos al aire de los trabucos y arcabuces. La calle se vio envuelta en una nube de humo y olor a pólvora, todo amenizado por las legendarias melodías de los músicos. Finalmente, se representó la capitulación cristiana, el momento en que los caballeros entregan la joya de Lucentum a los invasores moros.

A última hora de la tarde se celebró la embajada del bando de la cruz. Esta vez fueron los festeros vestidos con los trajes cristianos los que desfilaron y llenaron las calles con el ruido de guerra de sus antiguas armas. A continuación, se representó la rendición mora, con la que los cristianos recuperaron la ciudad. La jornada finalizó con un castillo de fuegos artificiales.

Los épicos diálogos de las capitulaciones fueron escritos por el poeta alicantino Vicente Mojica para estas representaciones. Estas fiestas, tan arraigadas en la cultura alicantina, son un homenaje a la convivencia entre culturas y una rememoración del poderío musulmán en la península ibérica y las épicas batallas que tuvieron lugar por el dominio de la ciudad de Lucentum.