Sus padres accedieron a comprarle una videoconsola cuando cumplió 13 años para ver si así se relacionaba más con los chicos de su edad. Pero el entretenimiento poco a poco se fue convirtiendo en una adicción para L.E.B., que le llevó a pasar hasta 10 horas diarias frente a la pantalla, aislándole por completo de su entorno. Siete años después, este joven que ahora tiene 20 años, se ha convertido en el primer paciente de Proyecto Hombre en recibir un alta terapéutica tras haber superado una adicción a las nuevas tecnologías.

El camino desde que L.E.B. cogió por vez primera una videoconsola hasta hoy no ha sido fácil, aunque en todo momento ha contado con el apoyo de sus padres y la ayuda de Proyecto Hombre, donde ha estado en tratamiento durante todo un año. "Mi hijo se pasaba todo el día encerrado en su habitación jugando. El carácter le cambió. Todo le molestaba y constantemente era como un volcán a punto de estallar", explica su madre N.B.E.

Él mismo es consciente de cómo su carácter se iba transformando. "Si perdía con la videoconsola me alteraba muchísimo. Empecé a flojear en los estudios y cada vez me aislaba más de mi familia". En su habitación llegó a tener tres videoconsolas y un ordenador. "Le quitamos una y con el dinero que había ahorrado se compró otra a escondidas. También se las ingeniaba para vender juegos viejos y así comprar los últimos que salían al mercado", explica su madre.

La mayoría de edad marcó un límite. "Los ojos se me acartonaban y me llegaron a salir llagas en los dedos. Entonces me di cuenta de que esta adicción podía desembocar en un problema serio de salud". L.E.B. describe este momento como "el más difícil de todos estos años. Porque era reconocer que realmente tenía un problema". Su familia ya conocía el trabajo que desarrolla Proyecto Hombre, porque había ayudado a un familiar a superar un problema con las drogas. "Yo asistí al alta terapéutica de este familiar y me di cuenta de que los síntomas y las actitudes de las que hablaba la gente motivadas por las drogas eran iguales a las que tenía mi hijo, trasladadas a una adicción a los videojuegos".

L.E.B. empezó con 19 años el tratamiento en Proyecto Hombre, que ha durado un año, y donde acudía una vez a la semana.

"Al principio me preguntaba qué hacía yo allí, contándole mi vida a unas personas que no me conocían de nada, pero finalmente me tocó un psicólogo con el que congenié mucho". Durante todo ese año "los juegos estuvieron prohibidos en casa". Los padres de L.E.B. también asistieron a terapia con los psicólogos de Proyecto Hombre porque el objetivo era que toda la familia se implicase en la solución de este problema.

Con el alta terapéutica en la mano, este chico asegura que su vida ha cambiado por completo. "Me siguen gustando mucho los videojuegos, pero como otra afición más. Además los compagino con otros hobbies como el dibujo o con tareas domésticas. Ahora lo tengo muy claro, primero van las obligaciones y luego el entretenimiento".

Tras el tratamiento en Proyecto Hombre, L.E.B. pactó con sus padres "que sólo puedo usar la videoconsola una hora al día, y lo llevo muy bien, aunque es importante mantener el tiempo ocupado para no pensar mucho en los videojuegos".

Durante el próximo año tendrá que acudir cada dos meses a la fundación "para ver cómo voy evolucionando. Sinceramente, me veo capaz de superar por completo este problema sólo por no volver a hacer pasar a mi familia por la misma situación". El ambiente en casa también ha cambiado. "Ahora existe más comunicación. Hacemos muchas cosas juntos y los domingos nos sentamos los tres en la mesa a hablar un rato sobre cómo nos ha ido la semana".