El 24 de junio, San Juan, es el día grande de Alicante. La jornada en la que el fuego se apodera de la ciudad. Y la última mascletà de las seis que componen el ciclo fogueril, lanzada por la Pirotecnia Ferrández de Redován, cumplió con el guión. Lo hizo con creces. Con un excelente disparo que, desde el primer segundo, fue a buscar el prestigio del galardón que se disputan las seis pirotecnias que participan en las Hogueras. Un terremoto final que "sacudió" los cimientos de Luceros para facilitar a la centenaria familia de pirotécnicos de la Vega Baja entrar en la pugna junto a las mascletàs disparadas por la empresa Europlà de Bèlgida (Valencia) y por Reyes Martí, de Burriana, las tres exhibiciones -una por provincia de la Comunidad- que han conseguido, en una sensación que es generalizada, cautivar al público que ha abarrotado, día tras día, los aledaños de Luceros.

Y eso que la jornada no empezó bien para la Pirotecnia Ferrández, una empresa de Redován que inició su andadura en 1892 y que mantiene aún hoy una cadena de producción totalmente artesanal. Poco después de las nueve de la mañana, cuatro horas y media antes de la hora del disparo, un error técnico provocó que dos secciones de cohetes -alrededor de dos kilos de pólvora- explotaran, sin incidencia ni daño alguno, antes de tiempo. Los técnicos de la empresa alicantina "retocaron" las cargas de la mascletà para mantener su idea de ofrecer a los alicantinos, explicó el pirotécnico Eduardo Ferrández, un espectáculo "muy potente".

Lo consiguieron. No se notó el contratiempo. Y redondearon una mascletà que, desde su arranque, trasladó una enorme sonoridad, con una intensidad media de 113,3 decibelios y con picos que llegaron a los 127,9. Niveles muy superiores a los de la mascletà que disparó Vicente Caballer el día 23 -se quedó en apenas 110 decibelios de media y llegó a los 125 de listón máximo-, pero todavía a un escalón de la espectacular exhibición del martes 22 en la que Europlà alcanzó un tope de 129,1 decibelios con 114,6 de media.

Estadística al margen, el desarrollo de la mascletà ofreció elementos singulares -un espectáculo pirodigital en el arranque-, prestancia y empaque -incorporó efectos de sonido y de color- y potencia hasta el punto que, en un momento dado del disparo, hizo coincidir nada menos que cincuenta bombas pirotécnicas, preludio de un final con golpes terrestres y aéreos combinados. Un terremoto, un fin de fiesta, que volvió a "disparar" el volumen de los aplausos y a sacar los pañuelos blancos en Luceros. "¡Torero, torero!", se escuchó. La Vega Baja también enganchó al público. Ahora el jurado tiene la palabra.