Entre la congoja de haber perdido buena parte de sus posesiones y el alivio de no haber resultado heridos. Así se sentían ayer los vecinos del número 59 de la calle La Purísima de Bigastro, que habían visto unas horas antes, en la noche del lunes, cómo caía a peso el techo de la terraza sobre el cuarto piso, y como por efecto dominó se desplomaba a su vez el salón del cuarto sobre el suelo del tercero. Cuatro familias marroquíes, una ecuatoriana y otra bigastrense se han quedado en la calle por el riesgo de derrumbe del edificio

Afortunadamente la estructura del inmueble dio alguna pista minutos antes. Abderrahaman Eledrisi, marroquí pero español de adopción desde hace 12 años, está aún pagándole al banco su piso de la cuarta planta donde vive -o vivía- con su mujer, sus dos hijos de 14 y 11 años y su pequeña de cuatro. Ahora "todo lo que tengo está en el piso de abajo, sólo la vitrina de la televisión no se ha caído", pero aseguraba ayer que no tuvo miedo. De hecho, tras el derrumbe se sentía hasta contento: "Bajando la escalera con mis niños daba gracias a Dios porque no les pasó nada". Curiosamente ayer lo que para él tenía más valor entre los escombros eran "los papeles, el pasaporte".

Explicaba Abderrahaman que llamó a la Policía cuando la lluvia empezó a caer del techo y las paredes. "Como un catarata", lo describirían después agentes a este diario. Se desplazaron policías, bomberos y técnicos municipales que en un principio ordenaron a la familia quedarse en la cocina, sin pasar al salón ("si nos pilla allí estamos muertos"), y minutos después decidieron que había que evacuar el edificio entero. Fue ya cuando las paredes crujían, minutos antes de que "rompiera el techo" causando un estruendo que al otro lado de la acera se confundió "con un accidente de coche", así lo explicaba Jesús, vecino de enfrente, pero que antes de 30 segundos se repitió cuando cayó el suelo.

En el tercer piso, por suerte, no había nadie. Antonio Sáez residía allí pero se mudó hace años. "Menos mal", respiraba ayer. Su padre sí vive en el primero, y cuando fue evacuado sólo pudo llevarse lo más básico. Junto a su mujer, con 78 años, estaba "bastante tranquilo".

"Lo importante es que no le ha pasado nada a nadie". Esa fue la frase más repetida por curiosos que se paraban frente al edificio, propietarios que han perdido sus casas y residentes que han tenido que buscar a toda prisa otro alquiler. Todos admitían que sí, que algunas grietas y algunas goteras se habían visto antes en este edificio que tiene más de 40 años, pero que nunca pensaron que fueran tan graves. Cruz Roja, por su parte, habilitó un albergue provisional con 15 camas y kits de higiene, traductores de francés y árabe, dos ambulancias y sanitarios. Pero los afectados durmieron en casas de conocidos.