"Tenemos de todo: tiendas, bares, servicios... como aquí no se vive en ningún sitio". Quien habla tan rotundamente es Amelia, a la que encontramos a media mañana desayunando con Luisa en una terraza en la plaza Manila, la más emblemática de El Pla del Bon Repós, El Pla, vamos. Los alrededores de la plaza están llenos de vida, los bancos, ocupados por personas mayores encaradas a la fuente cuyos surtidores cambian cada minuto de ritmo. Resulta hipnótico sentarse como uno más a mirar la fuente debajo de una de las pérgolas curvas de madera que circundan la plaza y que la convierten en un oasis de sombra en una mañana en la que alcanzamos los 30 grados. "Por la tarde aún hay más gente, no hay ni un banco libre", cuentan. La plaza Manila resulta agradable y los vecinos coinciden en que ha ganado muchísimo desde que se remodeló en 2006. La plaza ha cambiado, pero los edificios que la circundan son, excepto uno rojo al que los vecinos llaman el de la Tabacalera, los de la Sagrada Familia, los mismos que se levantaron en los años sesenta, con sus fachadas ocre, sus tres pisos y sus balcones volados, dando a la zona una cierta solera pese a tratarse de viviendas construidas para la clase trabajadora y que el tiempo ha deteriorado. "La antiguedad de las viviendas supone un problema, porque la gente joven prefiere comprar un piso nuevo con ascensor, y si pueden con una piscina enfrente, de forma que el barrio va envejeciendo y sólo vienen emigrantes, lo que no es un problema y tienen todo el derecho, pero también sería bueno que los jóvenes del barrio no se marcharan", señala el presidente de la Asociación de Vecinos, Basilio García, quien añade que, para ello, "hace falta un plan de rehabilitación de las viejas viviendas". Y de precio ¿cómo andan? "ni caras ni baratas", opina una vecina. "Por ejemplo, por un piso de tres habitaciones junto a la plaza piden 450 euros de alquiler y ahí venden uno de tres dormitorios por 160.000 euros, lo normal".

Con el calor apetece acercarse a la fuente de la plaza Manila, instalada a pie llano, y no debemos ser los primeros en pensarlo porque son varios los carteles prohibiendo el baño.

Delante de un refresco, Amelia y Luisa no paran de alabar el barrio, y no son capaces de encontrarle un pero. "Es señorial, tiene vida y al mismo tiempo nos conocemos todos", dice Luisa. Para Basilio García y otros miembros de la A.VV., sin embargo, no todo es perfecto. "El Pla es autosuficiente, dinámico y está lleno de vida. Es como una ciudad dentro de la ciudad, pero hace falta pulirlo y hay problemas graves como la saturación del centro de salud y la antiguedad de los colegios", Señalan.

Si uno se da una vuelta entiende lo de pulirlo. Las placitas de la calle Francisco Esteban Román y la de Enrique Madrid, por ejemplo, necesitan un repaso. Esta última, si pudiera, llamaría a gritos a los jardineros, ya que si sus parterres tuvieron alguna vez césped y flores, ahora sólo tienen tierra y malas hierbas. También aquí hay personas mayores. Manolo y Carmelo, tras quejarse del deterioro de los bancos de la plaza recuerdan cuando aquí mismo había una vaqueriza. "Aquí tenían a los animales y los niños nos bañábamos en un riachuelo que pasaba justo por aquí". "Y lo de ahí al lado era un campo de cabras". Se refieren al Bulevar del Pla urbanizado recientemente y convertido ahora en una vía por la que transitan miles de coches al día rodeada de nuevos edificios y con su zona interior ajardinada en la que vemos sobre todo a mamás con sus niños en los columpios.

Sin ser bonito, el barrio es agradable gracias sobre todo a los árboles plantados en muchas de las calles así como en los patios exteriores de los edificios en muchos casos llenos de plantas. Sin embargo, no es raro encontrar papeles y excrementos de perro en el suelo y algunos bordillos necesitan un repaso.

El tráfico en Padre Esplá, una de las principales avenidas del barrio, es infernal y es difícil encontrar un hueco donde aparcar. Desde hace años andan en el barrio a la gresca a cuenta del proyecto de construcción de un parquing subterráneo en esta avenida. En muchas de las fachadas de las viviendas hay carteles oponiéndose al aparcamiento mientras que otros vecinos han recogido hasta 7.000 firmas pidiendo que se haga. "Sería la ruina para nosotros si levantaran la calle" dice Pedro, el propietario del bar El Chiki. "Además", añade, "las viviendas tienen más de cincuenta años y si levantaran la avenida, alguna podría venirse abajo como pasó en Barcelona". Otros, como Antonio Domenech consideran que el parquing puede servir para revitalizar el barrio en este tiempo de crisis. De momento está parado y además hay un nuevo proyecto para construirlo en los bajos del Montemar en vez de en la avenida. Ya se verá.

Y el comercio, ¿cómo va? Antonio Domenech es el portavoz de los comerciantes de las galerías de alimentación Inmaculada del Pla con 36 de sus más de cuarenta puestos abiertos. "La gente sigue viniendo, lo que pasa es que lo que se llevan a principios de mes no se lo pueden llevar al final, pero se sigue buscando la calidad".

Éste es un barrio de clase media en el que siempre ha habido una intensa actividad comercial centrada sobre todo en Padre Esplá y alrededores. Sucursales bancarias, cervecerías, restaurantes, herboristerías y pastelerías de lujo se alternan con tiendas tradicionales y con locutorios y bazares chinos. Sigue habiendo muchas tiendas, pero también las hay cerradas. Todos en el barrio coinciden en que la crisis está pasando factura. "Han cerrado muchas de las tiendas de muebles tradicionales del barrio, también dos agencias de viaje, desapareció el BBVA, una carnicería que estaba toda la vida... habrá que esperar a la recuperación" señala Juan Vicente Giner, propietario de uno de los establecimientos históricos del barrio dedicado a la venta de productos agrícolas.