Emulando el título de la novela de Pirandello, los personajes en este caso no son seis, sino quince, y lo que buscan no es un autor sino una carrera. El miércoles que viene se examinan de selectividad pero juegan con ventaja porque, de entrada, parten con una media de matrícula de honor en el Bachillerato.

Por primera vez un instituto, el Figueras Pacheco de Alicante, ha llegado al tope máximo de matrículas de honor que se permiten, una por cada veinte alumnos matriculados. El límite es porque el premio es económico: matrícula de selectividad y primer curso de carrera gratuitos, cerca de los 1.000 euros según el grado que elijan. "Si saco otra matrícula en primero de carrera también me pagarán el segundo curso", dice orgullosa Anastasia Utkina. Como otros cuatro de sus compañeros, espera sacar nota para estudiar Traducción e Interpretación en Inglés, aunque a Felipe Cervantes no le importaría acabar estudiando Física porque le encanta la astronomía, José Hernández comparte su pasión con el clarinete en la Banda de Ciudad de Asís y como Laura González y la propia Anastasia, se decantaría por Traducción de Francés si no lo logra en Inglés.

Resulta llamativo que, pese a sus matrículas de honor, muestren tanto "respeto, que no miedo" por la selectividad y agradecen la huelga por los recortes salariales, porque les da "otro día para estudiar" al retrasar los exámenes.

Frente a lo que pueda parecer, en general no se han matado a estudiar -salvo excepciones, ya que Cristina Sidorchenko dice que se ha "machacado" y va a por dos carreras en una, Derecho y Administración de Empresas;Alejandra Striuk empolla a diario hasta las diez de la noche -quiere hacer Diseño- y Marina Pellín se ha "esforzado muchísimo" y está en quinto grado de Flauta en el Conservatorio-.

Demuestran estar muy al día con los temas de actualidad, opinan abiertamente sobre el conflicto Israelí -Cristina García quiere ser diplomática-, o la penosa marcha de nuestra economía. No les gusta demasiado el botellón -o eso dicen- y se chiflan por las pelis, la lectura y por sus profesores. Todos tienen la mejor opinión de buena parte de sus docentes y los citan con arrobo "porque son muy buenas personas y nos ayudan mucho". Verónica Sánchez de Rojas se decanta por las letras puras, Latín y Griego, y sus profesoras han tenido mucho que ver.

Iván Pérez, Ana Isabel López y Eduardo Pérez quieren hacer Medicina y, curiosamente, también les engancha la Filosofía: "un médico es un humanista", dice Eduardo. A Héctor Javier García, que volvió a estudiar en el horario nocturno tras otros derroteros y ha logrado matrícula con 25 años, también le priva la Filosofía y "aprender por aprender". Como Jesús Orbea, tampoco se esforzó con la ESO, pero un accidente de moto le hizo "reaccionar" y ahora quiere ser profesor de Deporte.