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Los menores que viven en pisos y centros de acogida tienen futuro y no son carne de cárcel, como erróneamente se tiende a pensar. Lo demuestra una exhaustiva investigación desarrollada por la Universidad de Alicante, a partir del seguimiento durante quince años de 40 de estos chicos y chicas tutelados por el centro Nazaret de Alicante en su niñez y procedentes de numerosos puntos de la provincia: Alcoy, Elche, Benidorm, Denia, Crevillent, Orihuela, Sax, Villena, Pego, Altea y la propia ciudad de Alicante, en un tercio de los casos.

El informe concluye que hasta el 88% de los muchachos acogidos por las duras condiciones que atraviesan sus familias -dificultades económicas (78% de los casos), paro, vinculación con las drogas y el alcohol o nula relación de los padres entre sí (43%)- logra normalizar sus vidas sin reproducir los patrones que sufrieron en su niñez, sino todo lo contrario.

"Los testimonios de los menores, una vez reinsertados , muestran justamente lo contrario de lo que se les atribuye socialmente", explica Francisco Javier Domínguez, profesor de Trabajo Social de la UA y autor de la citada tesis doctoral. Domínguez trabajó como educador en el mismo centro Nazaret con los chicos a quienes después ha encuestado para completar su seguimiento.

Palizas y alcohol

Aquellos que fueron objeto de maltrato o bien testigos de ello, "nunca lo han llevado a cabo", afirma. Ellos dicen que han sufrido mucho y que, si sus hijos se portan mal ahora, no se les ocurre pegarles. También aseguran que no prueban el alcohol, en los casos en que ha sido el principal problema en sus familias: "Había palizas de mi padre hacia mi madre, le ingresaban con ambulancia en el manicomio. Ahora, con el tiempo, lo he comprendido, eran el alcohol y los cel0s", contesta uno de los encuestados por el profesor y educador en su tesis.

La problemática familiar que rodeó a estos menores desembocó habitualmente en una "carencia afectiva grave" de la que fueron víctimas en su primera niñez, lo que sucede en la mitad de los chicos que conforman la muestra. Perola propia familia y el mantenimiento de estos vínculos son "clave" desde el punto de vista de la labor de los educadores para conseguir la plena reinserción social de los muchachos.

De ahí que la principal queja de este investigador, del departamento de Comunicación y Psicología Social de la UA, sea el "abandono" que sufren estos menores por parte de la Administración una vez que salen de los pisos y centros de acogida: "Cuesta un dinero, es verdad, pero sin esa medida, todo lo que se ha invertido anteriormente en esos chicos puede perderse si no logran tener un enlace en el exterior".

Tanto es así que la totalidad de quienes lograron tener un referente al salir del centro -una novia en unos casos o personas desinteresadas que se cruzaron en su camino, por suerte, y les facilitaron un trabajo en otros- salieron adelante con normalidad. "Al menos el primer año debería ser obligatorio este seguimiento", aprecia el investigador.

El ejemplo de vida familiar que los internos comparten en los pisos de acogida, les ha llevado, en su gran mayoría, a tratar de "devolver lo que hemos recibido", como confiesan y recoge la tesis. Hasta en un 50% de los casos están ahora vinculados con labores solidarias.: "Hemos crecido como personas, se nos ha educado y es lo que valoro", dice uno. Y otro: "Soy una persona feliz. Tuve momentos duros pero con la edad que tengo veo que han pasado a ser anécdotas, no los recuerdo como traumas". En el 93% de los casos tienen un trabajo habitual, el 70% dispone de vivienda propia y otro 23% vive en alquiler.