Es de esperar que unos calabozos no son un hotel de cuatro estrellas, pero sus condiciones deben cumplir unos requisitos. Es lo que se intenta en las celdas de los juzgados de Benalúa, pero a veces las exigencias del guión se topan con las dificultades derivadas de la falta de medios y de la antigüedad del edificio. Fuentes del Palacio de Justicia de Benalúa han denunciado las deficiencias de los calabozos de estos juzgados, donde la falta de celdas obliga a su saturación, llegando a duplicar la capacidad de las mismas los días en que se producen detenciones numerosas. Las celdas han llegado a estar colapsadas con 20 detenidos, cuando su capacidad óptima es de ocho. Asimismo, la falta de espacio obliga necesariamente a mezclar a presos procedentes de las cárceles con los detenidos provisionales que llegan al juzgado de guardia. Son muchas las ocasiones, según ha podido saber este diario, que el locutorio donde se comunican los detenidos con sus abogados se tiene que usar como celda.

Los calabozos de Benalúa -ubicados en la que fue la estancia para presos conflictivos de la antigua cárcel sobre la que se levantaron los juzgados- cuentan solamente con cuatro celdas y un locutorio. Uno de los cubículos se reserva para presos procedentes de las prisiones que son trasladados porque tienen un juicio; otro está destinado a detenidos que muestran signos de peligrosidad; otro es para mujeres -que no se mezclan con los hombres- y el cuarto para el resto de detenidos. La distribución que requieren los presos lleva a los agentes de la Unidad de Conducciones y Custodias a realizar encajes de bolillos para que no se produzcan "mezclas explosivas" que puedan terminar en agresiones. Es el caso de la separación de los presos peligrosos y de los que proceden de los centros penitenciarios que son partes contrarias en un proceso judicial. El historial de los calabozos cuenta con robos a los compañeros de celda y agresiones y peleas entre ellos, aunque no es lo habitual.

Las celdas tienen un tragaluz sin cerrar y el frío entra en el habitáculo, ya de por sí desangelado, donde sólo hay un banco de piedra. Los días de invierno son especialmente duros para los presos que están allí desde las 8 de la mañana hasta por la tarde. Cabe recordar que en los calabozos de los juzgados no se hace noche. La semana pasada, la ventana del locutorio, que también estaba abierta a la interperie, se cerró con un cristal tras las quejas de los abogados.

En cuanto a los aseos, hay uno para todos. Se trata de una letrina en el suelo común para hombres y mujeres ubicada fuera de las celdas. El preso que quiere ir al baño no tiene más que aporrear la puerta de su habitáculo. El ruído se hace insoportable. A veces golpean la puerta porque quieren fumar, pero no se puede. A veces lo que quieren es su medicación, pero los agentes no pueden suministrarla si no es por prescripción médica o porque la trae la familia.

El mal estado de las instalaciones afecta también al baño y a la habitación de los agentes que custodian a los presos, donde no hay medios y las sillas están rotas. La antigüedad del edificio y la escasa inversión ahondan las miserias de estos juzgados y los calabozos no son una excepción.

Celdas sin fumigar más de un año

Las celdas de Benalúa no se fumigan desde hace al menos un año, según han indicado fuentes consultadas por este periódico. Las medidas sanitarias en la zona de los calabozos precisan de un programa de fumigación para evitar contagios y que no se está llevando a cabo, como sí ocurre en otros calabozos de dependencias policiales. Otra carencia es el número insuficiente de mascarillas y guantes de látex. La situación no mejora en la Audiencia Provincial, donde no existen calabozos. En este caso, los presos procesados son trasladados a una habitación común que, además, se encuentra junto a los despachos de los magistrados. Fuentes judiciales consultadas por este diario urgen ante esta situación la construcción de la Ciudad de la Justicia, cuyo proyecto -esperan- pueda solucionar esta situación, así como aunar las distintas dependencias para evitar el constante traslado de presos de unos juzgados a otros.