Trece años han tenido que pasar para que ahora un tribunal condene a la Conselleria de Sanidad a pagar 15.000 euros a la viuda del músico cubano Marcelino Guerra "Rapindey", que murió en el Hospital de Sant Joan después de que no se le detectara a tiempo una peritonitis.

Afincado en El Campello desde los años 70, Marcelino Guerra fue conocido como el mejor segunda voz de Cuba y compuso canciones para grandes artistas que todavía hoy suenan en todo el mundo. "Pare cochero" o el conocido "Me voy pa'l pueblo" que cantaron Los Panchos son algunas de sus creaciones. Al poner su apodo, "Rapindey", en un buscador de internet aparecen más de 16.000 entradas. Grabó un disco con Compay Segundo, quien iba a participar en un concierto para homenajearle junto a otros artistas cubanos como Reinaldo Hierrezuelo en Bilbao. Sin embargo, la muerte le sorprendió tres días antes.

Fue el 30 de junio de 1996 y después de haber acudido al Hospital de Sant Joan aquejado de un fuerte dolor abdominal sin que le diagnosticaran una peritonitis. El primer día que fue a urgencias, una la radiografía detectó la gravedad de la dolencia, pero los médicos le enviaron a casa. Al día siguiente regresó al centro, pero 24 horas después falleció por un fallo multiorgánico.

Su viuda, Juliana Núñez, inició entonces un proceso penal que no prosperó, pero quiso seguir luchando y agotar todas las vías de la mano de su abogada, Luisa Aracil. Ahora, trece años después, el Tribunal Superior de Justicia le da la razón y condena a Sanidad por lo que considera una mala atención en el Hospital de Sant Joan.

En el fallo, al que ha tenido acceso este diario, se recoge que no es posible determinar si pudo evitarse su muerte con una atención más inmediata, pero afirma que no recibió el tratamiento médico adecuado. Por ello, condena a la Conselleria de Sanidad a indemnizarle con 15.000 euros.

"Tenía 82 años, pero era una persona sana y muy activa. Acababa de grabar un disco e iba a actuar durante el homenaje que le iban a dar en Bilbao", recuerda Juliana tras conocer el fallo judicial. "Valía mucho y sus canciones las cantaron los grandes artistas de la Habana", dice su viuda, quien afirma que "era conocido en el mundo entero y la prueba es que los derechos de autor que sigo cobrando llegan de todos los países". Aunque se encuentra satisfecha con el fallo, incide en que "preferiría tenerle a él, que no haber tenido que esparcir sus cenizas en la estatua de la Libertad".

Y es que a "Rapindey" le unía una estrecha relación con Nueva York, donde se instaló en los años 40. Su andadura musical arrancó en los años 20 y en 1931 se trasladó a la Habana, donde se labró su reputación como compositor y vocalista. Era la edad de oro del bolero y el son y sus dotes como guitarrista y cantante le permitieron trabajar en algunas de las agrupaciones más respetadas de la época: el Septeto Habanero, el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, el Septeto Siboney, el Sexteto Cuto u el conjunto de Arsenio Rodríguez.