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40 años sin el trabajo de las chicas del cable

La puesta en marcha del teléfono automático en Beniarrés en julio de 1980 supuso la desaparición del oficio de las operadoras rurales en la provincia

Rosa Nadal y Rosa Moncho, las últimas telefonistas de Beniarrés, en enero de 2017. JUANI RUZ

Las telefonistas fueron durante mucho tiempo las encargadas de facilitar el contacto entre las personas que estaban lejos. De su trabajo dependía que pudiera establecerse una llamada, a fuerza de introducir clavijas en una máquina y de ir pidiendo sucesivamente línea hasta lograr la comunicación deseada. Un oficio casi siempre femenino y que era especialmente relevante en localidades medianas y pequeñas, donde estas «chicas del cable» -nombre muy popularizado a raíz de una reciente serie de televisión- eran quienes ponían en conexión esa población con el resto del mundo. Pero también, un trabajo condenado a desaparecer a medida que el servicio telefónico fue automatizándose.

Se cumplen ahora 40 años de la desaparición de estas teleoperadoras en las comarcas de Alicante. El 14 de julio de 1980, la puesta en marcha de la central automática de Beniarrés supuso la automatización de toda la red provincial. El acontecimiento se vio entonces como un hito para las telecomunicaciones, hasta el punto de que el mismo presidente de Telefónica en ese momento, Tomás Allende y García-Baxter, acudió hasta esta población de El Comtat para inaugurar las instalaciones. Y tal y como recogió INFORMACIÓN en su edición del día siguiente, la entrada en servicio de la nueva central se hizo con una llamada muy simbólica, la que el propio Allende hizo al ministro de Comercio y Turismo, Luis Gámir, para comunicarle que toda la provincia de Alicante quedaba conectada a la red.

La central que completó la automatización de las comunicaciones telefónicas en la provincia se instaló en Beniarrés, pero prestaba también servicio a Gaianes y l'Orxa. Estos tres fueron los últimos municipios alicantinos en contar con telefonistas, una figura que con frecuencia adquiría una cierta notoriedad a nivel local, especialmente en ámbitos rurales. De hecho, las últimas mujeres que realizaron esta labor en Beniarrés, Rosa Nadal y Rosa Moncho, madre e hija, todavía son conocidas en la población como «Rosa la de teléfonos», pese a que hace ya 40 años que dejaron de realizar ese trabajo y, como es lógico, muchos los vecinos no les han visto desempeñarlo. «No se nos ha ido el mote», bromea Moncho.

La que fuera última telefonista de Beniarrés junto a su madre cuenta que aquel verano de 1980 les avisaron de que en algún momento comenzaría a funcionar la central automática y, por lo tanto, cesaría el servicio manual. Sin embargo, no recuerda aspectos concretos de aquella jornada. Rosa Nadal, que cuenta ya con 92 años, explicó a este periódico en enero de 2017, para otro reportaje sobre el oficio de las telefonistas, que se hizo un acto de inauguración, en el que el párroco bendijo las nuevas instalaciones y se sirvió «un vermut» a los asistentes, pero no guarda en su memoria más detalles de cómo se llevó a cabo aquella cita o quiénes acudieron. No se trata de un acontecimiento que haya dejado huella entre los vecinos, tal y como señala Rosa Moncho y corrobora el alcalde de Beniarrés, Miquel Àngel Sanchis, a pesar de que en ese momento tuvo cierta trascendencia.

Trabajo sacrificado pero grato

El actual primer edil de Beniarrés tenía seis años cuando se clausuró la centralita manual, pero recuerda su ubicación en casa de la familia Moncho Nadal, por haber ido alguna vez allí con sus padres: «Entrabas y a mano izquierda estaba el teléfono», en un pequeño locutorio. Sanchis comprende que, al margen de lo que suponía el tener que acudir allí a llamar por teléfono y de la relación con las operadoras, entre los vecinos no haya quedado recuerdo del momento en el que se dio el paso al servicio automático. «La central se cerró a cambio de tener teléfono en casa, es lógico que se olvidara lo anterior. En cambio, otras cosas quedan ahí visibles, y eso hace que se recuerden más» de manera colectiva. Como ejemplos pone la construcción del pantano, la apertura o el asfaltado de calles o acontecimientos relacionados con la banda de música.

Lo que sí ha quedado en el imaginario colectivo de Beniarrés es la labor que realizaban Rosa Moncho y Rosa Nadal desde su propia casa. Como ya contaron a este periódico hace tres años, la central telefónica manual contaba con un locutorio, al que acudían los vecinos para hacer o recibir llamadas y que estaba abierto 14 horas al día, de ocho de la mañana a diez de la noche. Además, ellas debían atender las peticiones de llamada de los abonados locales, que en la última época eran 113. Eso sí, ambas aseguraron, y lo reitera ahora Moncho, que el trabajo resultaba gratificante por la relación que se establecía con los vecinos o con las telefonistas de otros pueblos.

Beniarrés, Gaianes y l'Orxa fueron los últimos municipios alicantinos en dejar atrás el teléfono manual, aunque otros lo lograron muy poco antes, en los primeros meses de 1980, como Algueña, Salinas, Hondón de las Nieves, Sagra, Tormos y Benimeli, entre otros. No obstante, en muchos otros puntos de España aún hubo telefonistas rurales, hasta que en diciembre de 1988 se cerró la última centralita manual en Polopos (Granada). Entonces, las teleoperadoras que hacían posible una «conferencia» pasaron a ser parte de la historia.

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