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CORONAVIRUS

El «alma mater» del Rayo Ibense falleció en soledad

La esposa e hijos de Emilio Pérez relatan la desgarradora experiencia que supone perder a un ser querido sin poder despedirse

Emilio Pérez con su mujer Calixta Carayol y sus hijos Soraya y Emilio José, en casa, durante el verano de 2019. INFORMACIÓN

Emilio Pérez López falleció en el Hospital Virgen de los Lirios de Alcoy por una severa neumonía causada por el covid-19. No pudo despedirse de sus seres queridos ni llegó a imaginarse que la llamada telefónica que realizó a su mujer unos días antes, para comunicarle que lo trasladaban de la planta a la UCI con el fin de someterlo a tratamiento, sería la última vez que hablaría con ella.

Se afincó en Ibi con sus padres cuando tenía 14 años y al finalizar sus estudios de FP se dedicó a la mecánica de moldes y matricería. Tras jubilarse se dedicó por entero a su familia y al fútbol, sus dos grandes pasiones. Era forofo del Real Madrid, entrenador del laureado Dinamo de Ibi en sus tiempos jóvenes y directivo de la Unión Deportiva Rayo Ibense desde 2017. Siempre dispuesto a dedicar su tiempo y su esfuerzo con entusiasmo y altruismo por el club de fútbol del que su hijo, Emilio José Pérez de 25 años, es jugador y entrenador del equipo benjamín que ha ganado la Liga. Un logro que, por desgracia, su padre ya no ha podido celebrar con él. Recuerda que siempre le acompañaba a los partidos junto a su madre, Calixta Carayol, que confiesa que el paso del tiempo no está logrando mitigar su pena porque «cada día que pasa es peor, la tristeza es más profunda y la ausencia más dura de llevar».

En el Rayo Ibense Emilio Pérez era un «todoterreno». Decidió incorporarse a la directiva en tiempos de dificultades para «arrimar el hombro» cuando más lo necesitaban. No se perdía un entrenamiento ni un desplazamiento del primer equipo en sus recorridos por los campos de Tercera División. Se encargaba de la venta de entradas en taquilla, de realizar las gestiones bancarias, de vender la lotería del club, colocar los carteles que anunciaban los partidos en casa y negociar con los patrocinadores. Un sacrificio que él hacía por placer y que tuvo su recompensa en la última Gala del Deporte Ibense, cuando fue galardonado con el Premio al Mejor Directivo. Título que se ha llevado al cielo porque la Gala de 2020 se ha suspendido por el coronavirus. «Siempre era cordial y servicial, y lo conocía y apreciaba todo el pueblo», destaca su hija de 29 años, la campeona de puzzles Soraya Pérez, que lo recuerda como «un hombre muy familiar, cercano y activo, que se desvivía por ayudar a los demás y era amigo de todos». Prueba de ello es que la noticia de su fallecimiento generó una honda consternación en Ibi. Por eso en los días siguientes al óbito, y a pesar del confinamiento impuesto por el estado de alarma, se sucedieron en Ibi todo tipo de homenajes póstumos a título particular. En su honor grabó el club un emotivo vídeo de despedida y agradecimiento, se colgaron camisetas del Rayo Ibense y del Real Madrid en los balcones de las casas, se colocaron pancartas en los coches, sonó el Himno de Murcia que tanto le gustaba por el amor que sentía por su tierra natal y el día de su cumpleaños -falleció cinco días antes de cumplir los 68- pasó la ambulancia por la calle donde vivía mientras los vecinos le dedicaban una sentida ovación. Los mismos aplausos que Emilio Pérez recibió por parte del personal sanitario del Hospital de Alcoy cuando recibió el alta y pudo regresar a casa tras dar positivo en coronavirus. Ese gesto le emocionó y no pudo contener las lágrimas. Pero a los pocos días su estado empeoró y fue trasladado de nuevo a al hospital.

"Una montaña rusa de sentimientos"

Durante once angustiosos días la familia aguardaba impaciente la llamada de los médicos para informarles sobre su estado de salud porque se encontraba intubado y sedado. «Fue una montaña rusa de sentimientos y nervios. Las horas se hacían eternas. Toda nuestra esperanza se depositaba en lo que nos decían los doctores de la UCI. Cuando nos comunicaban que estaba muy grave nos hundíamos y nos daba mucho miedo que nos llamaran a cualquier hora para decirnos que lo habíamos perdido. Pero también hubo días en los que nos llenamos de esperanza porque estaba evolucionando bien. Y así durante once días hasta que a las seis de la mañana del 14 de abril nos dieron la mala noticia», explica Soraya con la voz quebrada por la emoción.

"No te olvidaremos nunca"

La directiva de la UD Rayo Ibense difundió el siguiente comunicado tras conocer la triste pérdida:

"Las noticias que no queríamos escuchar han llegado. Nuestro querido Emilio nos ha dejado esta pasada noche.

Luchaste hasta el final y con todas tus fuerzas, de eso estamos seguros. Este virus nos ha arrebatado a una persona magnífica, alegre, sentimental y por supuesto, un hincha de nuestro club. Hemos reído, celebrado victorias, también hemos perdido y tú siempre estabas ahí para apoyar y para alentar a todo el mundo, porque sí, porque llevabas al club en tu corazón, y eso se veía en ti, compañero. Son momentos muy duros y queremos mandar todo el ánimo del mundo y la mayor de las fuerzas a la familia. Lo sentimos mucho, de verdad. Estamos rotos, se nos va “Nuestro Emilio”, allá donde estés, que sepas que no te olvidamos ni te olvidaremos nunca. Sabemos que nunca caminaremos solos, ya que el club siempre estará en tu corazón, y tú en el nuestro. Gracias por tu intensidad, tu pasión, tu alegría y por esa entrega al club, y por supuesto, gracias por haber sido siempre una persona maravillosa. Descansa en paz, amigo".

El frío entierro

No pudieron abrazarlo, verlo ni hablar con él para darle el último adiós...El frío entierro, en la estricta soledad impuesta por el estado de alarma, es otro de los amargos recuerdos que jamás podrán olvidar. Les aconsejaron no acudir al hospital por el alto riesgo de contagio y el féretro llegó sellado al cementerio de Ibi a las seis horas de su muerte. La liturgia se limitó al responso del cura y en la inhumación solo estuvieron presentes el sacerdote, los sepultureros, la mujer y los dos hijos del finado. Todos ellos guardando una separación de dos metros y a distancia del ataúd. No pudieron ni llevarle flores porque todos los comercios estaban cerrados. Lo único que pudo hacer Calixta es coger una flor de tela de casa para depositarla en la tumba de su marido. Fue un hombre cercano, familiar y muy cumplido en el duelo, pero ni siquiera sus tres hermanos pudieron llorarle en el cementerio.

«La tele solo da cifras pero detrás de esas cifras hay personas con familias. Es como si cada día se estrellara un avión. Así que nos indigna que haya ciudadanos que no actúen con la debida responsabilidad para evitar que la enfermedad siga propagándose, o que duden de los graves efectos que tiene este virus», señala por último la hija de Emilio Pérez López, un hombre bueno que deja un gran vacío.

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