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El sector de la oliva en la provincia cierra la campaña con 8 millones en pérdidas

Los bajos precios del aceite no se han recuperado debido a los excedentes de producción del año anterior

Tareas de recolección en Millena, municipio de El Comtat. JUANI RUZ

El sector de la oliva en la provincia de Alicante ha cerrado la campaña con unas pérdidas cercanas a los 8 millones de euros. Los bajos precios del aceite no se han recuperado debido a los excedentes de producción del año anterior, lo que ha propiciado que apenas se hayan podido cubrir los costes de la recolección. Tanto los agricultores como los productores advierten que se está comprometiendo el futuro del cultivo.

La campaña de la oliva arrancaba con malos presagios, que desafortunadamente para el sector han acabado cumpliéndose de forma casi matemática. El problema residía en los excedentes de producción del año pasado, que habían dejado los precios de las aceitunas y, por consiguiente, los del aceite prácticamente por los suelos. La esperanza residía en que en el transcurso de la campaña la cotización tendiese a recuperarse, pero, a la hora de la verdad, se ha puesto de manifiesto que apenas ha habido variaciones.

Los 20 céntimos que se pagaban por cada kilo de aceitunas, y que apenas han remontado, son justo la mitad de lo que se abonaba la campaña anterior, y se encuentran muy lejos de los 70 céntimos a los que se llegó a cotizar en 2018. El resultado es que apenas se han podido cubrir los gastos de recolección, ni tampoco los del cuidado de los cultivos, lo que arroja unas pérdidas cercanas a los 8 millones de euros.

Por si esto fuera poco, la cosecha de este año ha sido más bien discreta, puesto que en la provincia apenas se han podido alcanzar los 40 millones de kilos de aceitunas, cuando el potencial es prácticamente el doble.

José Miguel Ferrando, de l'Almàssera de Millena, señala que «nosotros hemos intentado incrementar un poco el precio que les pagamos a los agricultores, pero aún así estamos lejos de que el cultivo haya sido rentable debido a la cantidad de aceite que sobró el año pasado por la alta producción de Andalucía».

La consecuencia ha sido que apenas se hayan podido cubrir los gastos de recolección. Según sus palabras, «aquí estamos en desventaja con relación a la principal zona productora, que es Andalucía. Mientras allí tienen fincas llanas, donde puede intervenir la maquinaria, aquí nos encontramos con bancales pequeños en una orografía muy accidentada en la que prácticamente todo se cosecha a mano con unos costes bastante más elevados».

La mala campaña de la oliva coincide con la oleada de protestas del sector agrícola a nivel nacional. Ferrando, con todo, ve complicada una solución. «La cosa está más que difícil cuando en los almacenes hay tanto aceite, pero habría que apostar, como había antes, por una mayor regulación».

Alberto Lloréns, agricultor y técnico de la cooperativa de Planes, se expresa en parecidos términos. «Los precios que se han pagado este año -subraya- apenas sirven para pagar los costes de la recolección, a lo que hay que añadir lo que supone el mantenimiento del cultivo en lo que respecta a los cuidados de la labranza, abonos y podas, entre otras cuestiones».

Por si fuera poco con la pírrica cotización, tampoco ha acompañado el rendimiento de las aceitunas, que se ha quedado en el 18% frente al 23% que suele ser habitual, lo que ha propiciado una producción discreta de aceite. Según Lloréns, «campañas como estas propician el desencanto de los agricultores, que pueden acabar abandonando los campos de cultivo. Recuerdo que hace más de 25 años los responsables de la Conselleria nos decían que había que subvencionar la agricultura de montaña, sobre la base de que, aparte de la calidad de sus productos, contribuía a prevenir incendios forestales. Pues transcurrido este tiempo todavía estamos esperando esas ayudas, con la consecuencia de que, al final, se abandonará todo y acabará convertido en bosque».

Para Alberto Lloréns, una solución podría venir por «establecer unos precios mínimos, por ley, para que los agricultores no perdiesen dinero».

Abel Giner, joven agricultor de la Vall de Seta, destaca que «intentamos, contra viento y marea, dedicarnos a la agricultura y combatir la despoblación, pero así es casi imposible».

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