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Análisis

Cuestión de prioridades en Alcoy

Los derrumbes durante el temporal exigen que toda la atención de las administraciones se focalice en regenerar el casco antiguo

Inmueble que se desplomó la semana pasada en el barrio del Partidor. juani ruz

La cosa no es nueva ni mucho menos, pero hacía mucho tiempo que el casco antiguo de Alcoy no emitía señales tan rotundas de la degradación en la que se encuentra sumido. Nada menos que seis casas sufrieron derrumbes durante el temporal de la semana pasada, uno de ellos con una víctima mortal, poniendo en evidencia que en la lista de prioridades de la ciudad es el problema número uno al que se tiene que hacer frente y que ya no valen las medias tintas para abordarlo. La gravedad de la situación exige que toda la atención de las administraciones, desde el Ayuntamiento hasta el Gobierno Central, pasando por la Generalitat, se focalice en la regeneración del centro.

El problema del casco antiguo de Alcoy se remonta a los años 70 del pasado siglo, en medio de un proceso de despoblación propiciado por el éxodo de vecinos a los nuevos barrios de Santa Rosa, el Ensanche o la Zona Norte, donde se construían viviendas nuevas y con muchas más prestaciones y comodidades que en las viejas y estrechas casas obreras del centro.

Ese abandono de edificios tuvo consecuencias casi de inmediato, dado que la degradación empezó a abrirse paso entre los mismos y con ello llegaron las primeras demoliciones. En el recuerdo perduran derribos de manzanas enteras nada menos que con trilita, en un proceso que continuó con el paso de los años de una forma no tan espectacular, aunque igualmente devastadora. Y es que a las demoliciones se les unió casi desde el principio el desplome de casas que, al quedar desprotegidas por la desaparición de las que tenían justo al lado y no tener donde apoyarse, se venían igualmente abajo en un efecto dominó.

Esa ha sido la constante a lo largo de estos cincuenta años, y si en los últimos tiempos no se habían registrado mayores incidentes ha sido por el hecho de que cada vez quedan menos edificios, que por otro lado han dado paso a innumerables solares en un casco antiguo que se asemeja y mucho a un queso de gruyere.

El resultado, como ya se ha comentado en más de una ocasión, es el de un centro de la ciudad en el que conviven las calles principales, con impresionantes edificios de estilo modernista, con una trastienda configurada por casas degradadas y solares vacíos.

Porque es aquí donde reside el principal problema. El derribo de inmuebles, salvo alguna excepción, no se ha visto acompañado por la construcción de otros nuevos, con lo que la degradación campa a sus anchas en lugares como la zona de Algezares, el barrio del Partidor o las inmediaciones de las calles San Agustín y San Juan.

A la intervención de la piqueta se le han unido las prácticas especulativas de empresas y promotores que ante la inacción cuando no complicidad de los gestores municipales, pretendieron hacer su agosto comprando terrenos en la época dorada del ladrillo. Luego sucumbieron con la llegada de la crisis, lo que ha añadido complicaciones a la hora de abordar el asunto.

El problema, por tanto, siempre ha estado ahí, como un gigante dormido que, sin embargo, despertó al paso de la borrasca Gloria con el desplome de seis inmuebles, poniendo en evidencia que no hay prioridad más absoluta en la ciudad que esta.

El zarpazo protagonizado por este gigante ha tenido, además, su repercusión política. Los socialistas, encabezados por Toni Francés, se están teniendo que enfrentar a la peor crisis registrada desde su acceso al gobierno municipal hace ocho años, y eso lo ha olido la oposición, que no ha dudado en aprovechar esta circunstancia para intentar sacar rédito con fuertes críticas a la gestión del temporal, como se pudo constatar en el agrio pleno extraordinario celebrado el viernes.

La verdad sea dicha, el ejecutivo se lo ha puesto bastante en bandeja con su política comunicativa, toda vez que resulta difícil de entender que en una ciudad en la que se convocan innumerables ruedas de prensa, no haya tenido lugar ninguna comparecencia en una crisis de este tipo, con casas cayéndose por los suelos y con los vecinos de tres barrios sin poder consumir agua de la red pública a causa de las filtraciones de tierra. Todas las comunicaciones, cierto es que numerosas y al momento, se realizaron a través de notas de prensa y en las redes sociales, con lo que eso implica para determinadas personas, sobre todo las de mayor edad, que no se manejan demasiado bien en el universo de internet.

La oposición, por su parte, está en su pleno derecho de criticar y exigir responsabilidades, aunque alguna formación, caso del PP, también ha estado al frente del Ayuntamiento, y cuanto menos es corresponsable de la situación a la que se ha llegado.

Sea como fuere, lo que toca ahora es abordar de una vez por todas el problema como lo que es, el número uno de la lista de prioridades. Primero habrá que analizar qué es lo que ha pasado y cómo se puede mejorar la gestión en un temporal como este; sobre todo, ver qué ha fallado y si las acciones preventivas se pueden mejorar, cosa que parece evidente a la vista de lo sucedido. Pese a que la responsabilidad de pasar inspecciones y mantener los edificios en condiciones es de los propietarios, habrá que plantearse, como se ha apuntado desde el propio Colegio de Arquitectos, si el Ayuntamiento tiene que adoptar un papel más activo en el control de todas estas cuestiones.

Una vez asumido desde el consistorio que este es el principal asunto al que tiene que hacer frente, toca también implicar al resto de administraciones. El problema se ha hecho tan grande que resulta totalmente inabarcable en solitario para las arcas municipales. Hace falta que tanto la Generalitat como el Gobierno Central promuevan planes específicos para Alcoy con las inversiones adecuadas.

Resulta frustrante comprobar cómo la principal atención, temporal tras temporal, se focaliza principalmente en los municipios de la costa. Sólo ha hecho falta ver cómo tras la borrasca de la semana pasada el vicepresidente Pablo Iglesias inspeccionaba algunas playas de la provincia junto al jefe del Consell, mientras que por el interior todavía no se ha acercado nadie. Es evidente que resulta imprescindible actuar en los municipios costeros para reparar los graves destrozos teniendo en cuenta la importancia económica del turismo, pero también resulta innegable la gravedad de lo acontecido en Alcoy desde el punto de vista tanto patrimonial como de la seguridad para las personas.

En este contexto, lo sucedido ha servido para que el Ayuntamiento se ponga las pilas y pacte con el Instituto Valenciano de la Edificación la revisión de 500 inmuebles del casco antiguo, un primer paso que, en cualquier caso, no se debe quedar ahí. Es necesario incentivar la rehabilitación de edificios a través de planes de ayudas, teniendo en cuenta que la mayoría de los inquilinos de las viviendas afectadas tienen un bajo poder adquisitivo. También resulta imprescindible promover la construcción, bien a través de la inversión pública o con la implicación de los promotores, que deberían revertir una parte de lo que ganaron en los tiempos gloriosos del ladrillo, en actuaciones en el centro de la ciudad que tal vez no les resulten tan apetitosas desde el punto de vista empresarial. Pero lo importante es que todos se impliquen de forma decidida en sacar al casco antiguo de Alcoy de la delicada situación en la que se encuentra. Eso, o ponerle velas a San Jorge cada vez que truene, cosa que, por cierto, va a ser cada vez más habitual por aquello del cambio climático.

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