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Análisis

Cuando el consenso se pierde

La crisis abierta esta semana en el seno de la Mancomunidad de l'Alcoià y El Comtat pone en evidencia que los partidos han empezado a utilizar también este organismo como foro de enfrentamiento sin pensar que con ello se debilita a toda la comarca

Los integrantes de la Mancomunidad de l'Alcoià y El Comtat junto al presidente saliente. INFORMACIÓN

Bajan las aguas revueltas en el ámbito político de l’Alcoià y El Comtat. La crisis abierta esta semana en el seno de la mancomunidad comarcal ha puesto en evidencia que se han acabado aquellos idílicos días en que todo se aprobaba desde el consenso y la unanimidad, y que los partidos han empezado a utilizar también este organismo como foro de disputa política, evidenciándose incluso luchas intestinas.

Pero vayamos por pasos. La Mancomunidad de l’Alcoià y El Comtat veía la luz en 2010, en lo que suponía un auténtico hito para una comarca como esta. La constitución del organismo supramunicipal ponía fin a años y años de miopes políticas de campanario, en que cada municipio hacía la guerra por su cuenta con resultados, como no podía ser de otra forma, más que discretos en lo que respecta al desarrollo del territorio.

Fueron 19 las poblaciones gobernadas por las más diversas formaciones políticas las que se subían a este barco ilusionante, cuyo principal objetivo pasaba por diseñar iniciativas que pudiesen reportar beneficios conjuntos. Cuestiones como el transporte, la promoción turística, la cultura, los servicios o incluso la promoción económica se empezaban a abordar desde una perspectiva común.

Cierto es que la trayectoria de la mancomunidad no ha sido un camino de rosas, puesto que por el camino se han ido perdiendo algunas poblaciones, sobre todo pequeñas, que no acababan de sentirse identificadas. Sin embargo, en los últimos tiempos este proceso se había revertido, y el organismo volvía a ganar adhesiones también en las áreas rurales, a la vista de que las prestaciones que se ofrecen sí que repercuten en los vecinos, independientemente del lugar en el que residan.

Este proceso había salido adelante gracias, entre otras cuestiones, al espíritu de consenso que se había venido respirando en el seno del organismo y, justo es reconocerlo, también a la labor ejercida por el hasta la pasada legislatura concejal alcoyano Manolo Gomicia, desde su responsabilidad como presidente.

Pero toda esta trayectoria de paz y colaboración se ha ido de repente al traste con el inicio del nuevo mandato. Los primeros indicios se pusieron ya de manifiesto semanas atrás con la elección del presidente, cuando tanto el PSOE como Compromís presentaban a sus respectivos candidatos. La mayoría socialista terminó decantando la balanza a su favor, por lo que el alcalde de Gorga, Blas Calvo, se impuso al primer edil de Banyeres, el nacionalista Josep Sempere.

Pero lejos de limar asperezas, la cosa ha ido a peor esta semana, cuando el pleno en el que se tenía que nombrar la junta directiva quedaba aplazado por falta de cuórum. Los representantes de los ayuntamientos gobernados por Compromís no acudían a la cita, en lo que justificaban como un gesto para mostrar su desacuerdo con el nombramiento de la socialista María Eugenia de Miguel como gerente, así como con que el cargo de presidente esté remunerado. El plante, como no podía ser de otra forma, ha sentado mal entre las filas del PSOE, que consideran que los nacionalistas han lanzado un desafío sin respetar pactos no escritos, como que es el presidente quien elige al gerente.

Por si esto fuera poco, la crisis abierta ha vuelto a poner en evidencia la existencia de fricciones entre los socialistas de la comarca. El alcalde de Alcoleja, Quico Fenollar, que en su momento desafió a Toni Francés por el escaño en la Diputación, discrepaba con el primer edil alcoyano por la forma en la que se está gestionando el organismo supramunicipal. Fenollar comparaba la situación vivida con el consenso que impera en la Mancomunidad del Xarpolar, que él preside. Por su parte, el primer edil alcoyano le replicaba que es presidente en el Xarpolar gracias a la lealtad de los alcaldes socialistas.

Este intercambio de impresiones, en definitiva, no hace sino confirmar que las heridas abiertas en el seno del PSOE tras la contienda librada para decidir quién obtenía el puesto de diputado siguen sin cerrarse, y que cualquier terreno de juego resulta propicio para evidenciarlo.

El problema reside en las consecuencias que todos estos enfrentamientos están ocasionando ya no sólo en la mancomunidad, sino también en el ámbito zonal al que representa. Resulta penoso contemplar cómo el espíritu de consenso y colaboración que se había establecido entre los difentes municipios de la comarca se está perdiendo, sin pensar que con ello se está debilitando al conjunto del territorio.

No hace falta recordar el ninguneo al que l’Alcoià y El Comtat han estado sometidos durante muchos años por parte de las administraciones y los efectos negativos que eso ha tenido sobre las infraestructuras y el desarrollo económico y social. Y no sólo por las políticas partidistas de los gobiernos de turno tanto de la Generalitat como del Estado, sino también por la falta de colaboración entre los propios municipios.

Ahora que por fin se había conseguido revertir la situación, y que las poblaciones se habían dado cuenta de que sin la fuerza que da la unión no se va a ninguna parte, resulta que se empieza a dilapidar lo conseguido en los últimos tiempos por cuestiones tan injustificables a la vista de los ciudadanos como los intereses de partido o el reparto de las remuneraciones.

En la mancomunidad todavía queda mucho por hacer, desde iniciativas como la construcción del polígono comarcal, algo que, no lo olvidemos, fue el principal proyecto por el que nació el organismo, a otras de gran trascendencia para las zonas rurales, como son la mejora del transporte.

Harían bien por tanto nuestros políticos en dejar a un lado sus diferencias y ponerse a trabajar de una forma conjunta y sin fisuras por los intereses que de verdad importan, que no son otros que los de los ciudadanos. Todavía están a tiempo.

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