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Mallorquines en el corazón de Alicante

Los habitantes de más de 50 municipios del norte de la provincia y el sur de Valencia descienden de repobladores procedentes de las Baleares

Mario Sanchis muestra una fuente llena de sobrasadas en el mostrador de su carnicería en l'Orxa, localidad repoblada a principios del siglo XVII por mallorquines. JUANI RUZ

La localidad de Tàrbena, en la Marina Baixa, se identifica a menudo con la isla de Mallorca porque de allí procedían quienes la repoblaron a principios del siglo XVII, tras la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia en 1609. Sin embargo, lo que es tan de dominio público es que ése no fue un caso puntual, sino que la llegada de repobladores mallorquines se extendió por un área geográfica bastante extensa, que se corresponde con las comarcas actuales de la Marina Alta, la Safor y parte de El Comtat, la Marina Baixa y la Vall d'Albaida. En total, más de 50 municipios de lo que hoy es el norte de la provincia de Alicante y el sur de la de Valencia.

Altea, Callosa d'en Sarrià y el valle de Guadalest marcan el límite sur de esta área, mientras que la Vall de Seta y l'Orxa son el confín oeste. El origen mallorquín de toda la zona todavía se deja sentir en rasgos lingüísticos, no tan evidentes como en Tàrbena porque ha desaparecido el uso del artículo «salat», pero que se manifiestan a poco que se escuche a cualquier persona natural de estas localidades. También tiene su reflejo en la onomástica: los apellidos presentes en estos pueblos a día de hoy son los mismos que se pueden encontrar -si acaso, con alguna vacilación gráfica- en las localidades mallorquinas de las que procedían los repobladores. Y una característica gastronómica muy llamativa: en los pueblos repoblados por mallorquines se elabora sobrasada, a diferencia de los municipios de su alrededor que no recibieron el contingente isleño tras la expulsión morisca.

L'Orxa es una de las localidades donde más se ven todas estas características, y donde la gente es más consciente de su pasado. «Siempre se ha dicho en el pueblo», responde rotundo el vecino Joaquín Seguí al ser preguntado por el tema. «Aquí nos llaman 'mallorquins'; todos los apellidos que tenemos vienen de allí», dice por su parte Luis Escrivà. En el pasado, «mallorquins» era el apelativo despectivo con el que se referían a los de l'Orxa los de municipios próximos como Beniarrés, con quienes históricamente han estado un poco a la greña. También llamaban de forma jocosa al pueblo «la l'Orxa» en la localidad vecina, por el uso del artículo personal para nombrar a alguien -«el Josep, el Vicent, la Maria»-, señala Carmina Seguí, funcionaria municipal. Decir «demunt» o «devant», o pronunciar fuertemente la «t» final de «pont» y «font» son otros rasgos genuinos del valenciano de l'Orxa.

El hecho de ser un pueblo de difícil acceso -desde que se clausuró el tren Alcoy-Gandia hace 50 años, el único acceso en condiciones es la carretera que llega desde Beniarrés- ha contribuido a que la «mallorquinidad» de l'Orxa llegue hasta hoy. Tampoco ha sido el municipio un lugar receptor de inmigración; al contrario, la población ha caído en cuatro décadas de 1.000 habitantes a menos de 600. Así, los apellidos más comunes no han variado con el tiempo: Seguí, Bonet, Calafat, Nadal, Cloquell, Palmer... Los mismos que portaban los repobladores llegados desde el archipiélago balear hace más de 400 años.

Elementos comunes

Esta coincidencia onomástica no sólo se sigue dando en l'Orxa. Borja Pérez Llodrà, concejal electo en Fageca en las recientes elecciones, explica que «haciendo un máster de marketing preparé un ejercicio sobre posicionamiento de mi segundo apellido, porque aquí es muy minoritario, y mi sorpresa fue que en Mallorca estaba muy extendido, y de forma particular en Manacor». Benimassot y la Vall d'Ebo son otros pueblos con presencia de este apellido; en Famorca, 22 de sus 57 habitantes se apellidan Masanet, con el mismo origen balear.

En Castell de Castells, otra población repoblada con mallorquines en el XVII, perviven los linajes Estalrich y Mezquida, que han variado de los originales Estelrich y Mesquida. Mengual, muy extendido en la Marina Alta, y Tecles, con un foco notable en Altea, son otros de estos apellidos. Ambos también difieren de las respectivas grafías originales que perviven en la isla, Amengual y Quetglas.

La fabricación de embutidos, y particularmente de sobrasada, es otro rasgo de herencia mallorquina en la zona. No es casualidad, por peregrino que parezca, que estos productos sean típicos de pueblos repoblados por isleños como Xaló, l'Orxa y Fageca, además de Tàrbena. Mario Sanchis, carnicero de l'Orxa que tiene la sobrasada como una de sus elaboraciones más genuinas, comenta que «la hacemos con la fórmula de siempre».

Joan Seguí, investigador del Museu Valencià d'Etnologia y natural de Fageca, señala al respecto que «la gestión de los productos del cerdo es el aspecto cultural más destacable» que se conserva en muchas localidades repobladas. Su tío, ya fallecido, también elaboraba sobrasadas y otros embutidos. Además, considera que hay otros aspectos a tener en cuenta, como la construcción en piedra seca. Para Seguí, aunque esta técnica se extiende por toda el área mediterránea «cabe pensar que quienes vinieron en 1611 traerían también su forma de colocar las piedras».

Un motivo para el encuentro

El geógrafo de Xaló Josep Costa i Mas fue el primero en señalar, en 1977, que la repoblación con familias mallorquinas no era algo exclusivo de Tàrbena. Su estudio abrió el campo de la curiosidad, aunque la espita definitiva fue «Per poblar lo regne de Valèntia» de Joan Lluís Monjo y Antoni Mas, en 2002. Desde entonces se han multiplicado los encuentros y actos de hermandad, así como los hermanamientos formales. La villa mallorquina de Santa Margalida es hermana de tres municipios de la provincia: Tàrbena, Xaló y la Vall d'Ebo. El mismo vínculo tiene Llíber con Llucmajor, de donde procedía el grueso de sus repobladores. En un terreno más popular, en los Moros y Cristianos de Benialí, en la Vall de Gallinera, existe la filà Mallorquins.

En l'Orxa dieron los primeros pasos para hermanarse con Puigpunyent, uno de los tres municipios mallorquines de donde proceden sus antepasados, junto con Andratx y Calvià. El alcalde en funciones, Arnaldo Dueñas, lamenta que este proceso no haya podido completarse aunque confía en que el inminente cambio de gobierno no frene la iniciativa. En cualquier caso, un panel recientemente instalado ante el Ayuntamiento recuerda los orígenes mallorquines del municipio como un rasgo distintivo. Uno de los puntales de ese anhelado hermanamiento debería ser la escuela, tal y como explica Vicent Romans, maestro y edil electo, porque «es una forma de ayudar a comprender la historia». Y también, de favorecer el «acercamiento humano y cotidiano de la gente, creando un sentimiento de amistad», señala Antoni Mas, quien destaca esto como el principal logro «y orgullo» del trabajo investigador sobre la repoblación. «Hacer que la gente contacte de igual a igual, sin pretensiones». En l'Orxa, desde luego, predisposición popular parece que no falta, como expresa Mario Sanchis: «¡Hagamos intercambios culturales, y todo el que venga, bienvenido sea!».

Conciencia de raíces isleñas en aumento

Dar a conocer cómo fue la repoblación por mallorquines favorece que se reivindiquen con orgullo los orígenes locales

Cuando no se conocía la dimensión de la repoblación de la actual Comunidad Valenciana por parte de colonos procedentes de las Baleares -mallorquines en su mayoría, pero también ibicencos, y en menor medida menorquines- casos como los de Tàrbena y l'Orxa eran vistos como extraños en las localidades cercanas, todo lo contrario a lo que ocurre en la actualidad. Ayer mismo se celebró en Tàrbena la cuarta edición de la Festa des Parlar de Sa, que reivindica el habla local de raíz mallorquina como motivo de orgullo. El filólogo Joan Lluís Monjo, uno de los investigadores de referencia del tema e impulsor de esta iniciativa, recuerda la necesidad de «potenciar las formas autóctonas de hablar» como una manera de incidir en la divulgación y el estudio de este fenómeno, y de favorecer que en las localidades repobladas en el siglo XVII se reivindique también ese origen como un rasgo cultural.

En ese sentido, recalca las buenas experiencias de «hacer que los encuentros entre pueblos de uno y otro lado lleguen a la amistad». Y, al mismo tiempo, recuperar en cierto modo una conciencia que «iba perdiéndose», sobre todo en lugares donde la influencia mallorquina fue menor, como señala el profesor de Filología Catalana de la Universidad de Alicante Vicent Beltran. Los estudios recientes, incluyendo el filológico del que él es coautor, han contribuido a «un resurgimiento» de esa identidad colectiva.

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