El sueño de un niño que empieza con una marioneta gigante capaz de mover a todo un ballet que, a su vez, maneja pequeñas marionetas que representan una batalla de moros contra cristianos, fue el inicio de una espectacular Entrada Mora en la que la Filà Magenta mostró los encantos de la cultura árabe.

Lo étnico y lo tribal se entrelazaron para rememorar el origen de las salvajes escuadras de negros, y dieron a su vez paso a llamativos boatos con pinceladas de oficios artesanos, como la alfarería, y la fusión de colores que resaltaban más al combinarse con bordados y adornos dorados.

La elegancia llegó de la mano de las damas, que lucieron lujosos vestidos en los que el color predominante fue el magenta que da nombre a la filà. Tras ellas, los tapices con el escudo de la entidad festera y la heráldica de la capitanía abrió paso a los emires sobre una sencilla carroza arrastrada por dromedarios.

Siguiendo sus pasos, el capitán, Jorge Candela, y la favorita, Tina Maza, irrumpieron en la villa con un diseño clásico en el que predominaba el beig, sin dejar de lado el color magenta, combinándolo discretamente en los pantalones bombachos y el turbante del jefe de las tropas mahometanas.

La capitanía de la Magenta supuso finalmente el sueño cumplido, pero no el de un niño, sino el de un mallorquín con corazón alcoyano. Toda una muestra de elegancia y respeto hacia una cultura y unas fiestas que culminó con una escuadra de negros de estilo africano, pero con evidentes guiños al diseño oficial de la filà.

El ecuador de la Entrada estuvo marcado por la escuadra de negros de los Benimerines, un diseño de Juan Climent, en el que predominaban tres de los colores más representativos de la filà, como son el negro, blanco y amarillo. También los Berberiscos lucieron una formación especial para celebrar su 150 aniversario.

Un boato muy guerrero, a la par que señorial, acompañó al alférez de la Filà Cordón, Jorge Doménech. Un cortejo en el que el color blanco predominó, simbolizando la paz que las huestes moras pretenden instaurar tras conquistar estas tierras.

El elefante de la heráldica del cargo estuvo presente en diferentes momento del desfile, muestra del poder con el que Tariq Ben Ziyad, joven bereber del Califato Omeya de Damasco encarnado por Koki, como se le conoce al alférez, llegó a la villa acompañado por su mujer e hijo y con un traje completamente verde y de relucientes ornamentos dorados.

Los ballets cobraron un protagonismo destacado en el cierre de la Entrada Mora, con danzas africanas, del vientre y guerreras.

Mientras que las damas lucieron coloridas vestimentas, los emires deslumbraron con tonos plateados sobre el predominante fondo blanco, color que también predominó en la escuadra de negros.