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El Serpis ya no da más luz

Iberdrola deja caducar las últimas concesiones para captar agua del río al haber cerrado las centenarias «fàbriques de la llum»

La empresa Iberdrola y la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), titulares, respectivamente, de centrales eléctricas en el Serpis y de la gestión del agua que discurre por este río, han puesto fin, hace dos semanas, a una etapa de la era industrial en el tramo fluvial que va desde l'Orxa a Villalonga. El pasado 3 de enero la CHJ anuló el aprovechamiento de agua en beneficio de Iberdrola para mover la última de las centrales eléctricas que tenía autorización para funcionar, la llamada de l'Infern. En realidad, la compañía eléctrica ha dejado caducar esa autorización, que durante años pasó de unas empresas a otras, después de que, desde hace más de una década, se abandonara definitivamente la producción de electricidad con agua del Serpis.

La concesión de aguas que queda anulada consistía en una toma situada en un azud del término de l'Orxa que concluía en el salto de la central del l'Infern, ya en término de Villalonga, con un caudal máximo de 1.340 litros por segundo.

Este documento supone, por decirlo de alguna manera, el «acta de defunción» de una actividad que se ha venido desarrollando en el cauce del Serpis durante cerca de un siglo, cuyos vestigios son perfectamente visibles ahora en forma de azudes, canales, saltos de agua, edificios y postes de tendido eléctrico que llevan camino de perderse.

Según señalan Josep Mascarell i Gosp en el libro «La vall de la Safor» y los autores de «El Racó del Duc a Peu, un itinerari de la natura», editado por el Gemas, fue a finales del siglo XIX cuando, a raíz de la existencia de molinos harineros que aprovechaban el agua del río como fuerza motriz, se inició una «reconversión» que llevó a incorporar turbinas de producción eléctrica. Cuando esa actividad se demostró rentable, empresas familiares de Villalonga y de Alcoy, entre otras, ejecutaron sus propios proyectos para abastecer de la «moderna» luz a los municipios de ambas riberas del Serpis, incluyendo la vecina comarca de la Marina Alta. Desde l'Infern, cuyas turbinas llegaron a producir 700 kilovatios hora, partía un tendido que llegaba a la misma ciudad de Dénia.

Se trataba, eso sí, de una exigua producción comparada con las grandes centrales de hoy en día, pero sin duda su actividad contribuyó al desarrollo y a la modernización de algunas localidades y, obviamente, a importantes beneficios para los propietarios de las mismas. En algunos casos, las empresas que gestionaban esas «fàbriques de la llum», como se denominaron entonces, destinaban la electricidad a alimentar factorías industriales, especialmente en Alcoy, de manera que no necesitaban depender de nadie para poner en marcha la maquinaria para elaborar papel o tejidos, entre otros productos.

Con paso del tiempo, cinco fueron las centrales que se levantaron entre l'Orxa y Villalonga. Siguiendo el curso del Serpis, de poniente a levante, se encontraban la de l'Infern, la del Racó del Duc, la de la Mare de Déu, la del Cèntim y la de la Reprimala. El edificio de esta última, la más cercana al casco urbano de Villalonga, sigue en pie y conserva elementos necesarios para producir electricidad. Algunos de los nombres son sugerentes. La del Racó del Duc, por ejemplo, también se denominó «del Desvío» porque se encontraba junto a un tramo del Serpis que fue desviado, dejando seco un meandro, cuando se construyó el «pont de pedra» de la línea férrea Puerto de Gandia-Alcoy. La de la Mare de Déu tomó ese nombre por estar junto al lugar donde se encontró la imagen mariana de la que es patrona de Villalonga.

Protegidas en la posguerra

El auge de estas centrales coincidió con el del ferrocarril Gandia-Alcoy, otro elemento desaparecido que dejó un valioso legado patrimonial de la era industrial. La importancia de las «fàbriques de la llum» fue tal que durante la posguerra en cada una de ellas hubo un destacamento de guardias civiles permanente, cuyos integrantes comían y dormían allí, para evitar sabotajes de la Agrupación Guerrillera de Levante, los maquis que se movían por las montañas de esta zona.

La construcción de los grandes embalses y las centrales térmicas, que se impusieron especialmente a partir del desarrollismo de los años 60 del siglo pasado, supusieron el primer golpe a estas centrales, el punto a partir del cual empezaron a perder importancia y, después, rentabilidad.

En los años 80 todavía las empresas eléctricas que heredaron o compraron la propiedad de las «fàbriques de la llum» del Serpis renovaron las concesiones para la captación del caudal que las hacía funcionar, e incluso se invirtieron importantes cantidades económicas en su modernización para reforzar el aporte de electricidad. Pero su rentabilidad no dio los resultados esperados y, una década después, las que quedaban ya se dejaron perder. La última en funcionar fue la de l'Infern, que ahora, con la caducidad del aprovechamiento hídrico, pone el cierre a esta historia. El Serpis ya no dará más luz.

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