Aunque la terrible Historia del Siglo XX lo castigó con todo su extenso catálogo de crueldades, Paco Aura consiguió desterrar el odio de su vida. Este alcoyano tranquilo vivió una Guerra Civil, una Guerra Mundial, el internamiento en el campo de exterminio nazi de Mauthausen y un duro periodo de exilio en Francia y a pesar de todo eso, conceptos como el rencor y la venganza nunca entraron en su vocabulario. No buscó honores ni reconocimientos institucionales, pero mientras sus fuerzas se lo permitieron aceptó las innumerables invitaciones que le llegaban de los colegios para explicarles a las jóvenes generaciones la injusticia y la maldad del mundo en el que le había tocado vivir.

Su misión era mantener viva la llama de la memoria, recordarnos cada día hasta dónde puede llegar la locura humana e impedir que se enterraran en el olvido unos hechos vergonzantes que deben estar siempre ahí presentes para evitar que se vuelvan a repetir.

Todos los periodistas que tuvimos el privilegio de hacerle alguna entrevista al «Siño Paco» nos solíamos quedar siempre con la misma sensación: el personaje nos dejaba anonadados por su capacidad de contar una historia de resistencia personal llena de dolor y de sufrimiento, sin escatimar detalles pero sin dejarse llevar en ningún momento por la ira. Tímido y siempre incómodo con el protagonismo, este indestructible superviviente efectuó en algún momento de su vida una valerosa pirueta mental que le permitió desprenderse de una pesada carga de sentimientos negativos y que hizo posible que acabara sus días en paz, rodeado de su familia y a punto de cumplir los cien años.

En unos tiempos en los que el mundo vive acosado por toda clase de ansias totalitarias, la biografía de Paco Aura lo convierte en un personaje valioso a cuyas enseñanzas es necesario volver como si fueran una asignatura obligatoria. Ante el desgarrador espectáculo de una Europa naufragando en medio de la xenofobia y de la absoluta falta de solidaridad entre los pueblos, el relato cercano de la peripecia vital de este viejo soldado republicano zarandeado por mil derrotas es un espejo en el que conviene mirarnos. Colocados ante el apestoso veneno del odio y de la descalificación personal que hoy llena las redes sociales y los más altos foros del debate político, cobra un valor especial el mensaje de humanidad y de sensatez que este hombre ejemplar dejó en todas sus intervenciones públicas.

Desde la más rotunda humildad, Paco Aura se convirtió en un personaje clave de la Historia reciente de Alcoy. Su desaparición nos priva de un referente cívico, que siempre ha estado ahí, accesible para todo el mundo e infatigable en su compromiso. Las ciudades rinden homenajes a los grandes artistas que han dejado obras imperecederas, a los políticos destacados que han construido hermosos edificios o a los héroes que ganaron alguna vieja batalla. El caso de Paco Aura es muy diferente, ya que alcanzó el reconocimiento general de todos sus paisanos por su calidad humana, que ha hecho de él un ejemplo de dignidad del que todos estamos orgullosos. El más importante de sus legados es su propia vida, entendida como una sólida demostración de coherencia y de humanidad.