Cuando la asamblea local de la Cruz Roja se planteó el reto el primer obstáculo que tuvo que saltar fue el idioma. Rápidamente anunció que necesitaba voluntarios que hablasen francés para hacer de traductores, y la respuesta fue masiva. Sesenta y cinco personas fueron a la sede para compartir una experiencia que «en ocasiones es muy dura» por las historias que escuchan. Los voluntarios les acompañan en su día a día, en la convivencia, a clase, al médico, a hacer turismo y hasta de compras. La trabajadora social, Elia Llinares, asegura que «el voluntariado es el alma del programa».