La historia de Coulibaly Yaya es una más de los cientos de casos que ha atendido la Cruz Roja de Alcoy desde que el pasado mes de junio se sumó a un programa humanitario para ayudar a los miles de inmigrantes africanos que llegan cada día a las costas españolas. Todo un periplo marcado por las dificultades del trayecto, las duras condiciones, la nostalgia de un pasado y la incertidumbre del futuro. Durante su estancia en la ciudad la entidad les ofrece alojamiento, alimento, asistencia sanitaria y clases para aprender el idioma, la moneda y geografía para continuar su camino hacia otros países de Europa.

Salió en 2010 desde Costa de Marfil en autobús, dejando atrás a sus padres y amigos. La situación política y económica le obligó a emprender un camino que ocho años después todavía no ha terminado. Llegó a Mali, desde donde viajó en el mismo medio de transporte hasta Argelia, y de ahí pasó a Marruecos. En este último país trabajó durante cuatro años como mecánico con el objetivo de conseguir el dinero necesario para viajar a España. Al final lo logró. Un día subió a una zódiac con otras 50 personas, entre ellas 5 niños y 14 mujeres, pero fueron interceptados por la Cruz Roja en el mar. La entidad le extendió la mano y le ofreció ayuda. Así fue cómo hace un mes llegó a Alcoy.

Desde que la asamblea local de la Cruz Roja se sumó al programa humanitario para acoger a inmigrantes llegados a las costas españolas ya ha atendido a más de 200 personas, todas ellas hombres. «Les ayudamos hasta llegar a la frontera de Francia, a partir de ahí ellos continúan hasta otros países de Europa, donde la mayoría tiene familiares o amigos», explica el presidente de la entidad en Alcoy, Juan Cortés.

La Cruz Roja se encarga de trasladarlos a las ciudades que forman parte de este programa. En el caso de Alcoy, cuando llegan se les acoge en el albergue de transeúntes, donde tienen cabida para 20 personas. «Contamos con unos fondos europeos con los que entregamos 40 euros para ropa y calzado cuando vienen, y 10 euros semanales para sus gastos», a fin de que «dispongan de dinero y evitamos que se den situaciones que no queremos», indica el coordinador de la asociación, Pablo Granados.

En el albergue se les proporciona productos de aseo personal y alimentos y se les explica las normas tanto de higiene como de convivencia que deben seguir, así como firman la cesión de derechos de imagen. Además, durante el tiempo que están en la ciudad asisten cada día a clases para aprender el idioma, conocer la moneda y nociones básicas de geografía que puedan ayudarles en el trayecto que les queda por delante.

«Se trata de que el proceso migratorio sea ordenado y con controles médicos», explica Granados. En este sentido, Juan Cortés señala que «todos tienen orden de expulsión y aquí están protegidos. Es el Ministerio el que concede los permisos de estancia que van desde 15 días hasta 6 meses».

Pese a que Coulibaly Yaya asegura tener 16 años, la Cruz Roja realiza radiografías para detectar a los menores de edad, ya que en el caso de serlo han de informar a la Fiscalía de Menores para que los trasladen a un centro adecuado. «Coulibaly Yaya tiene las pruebas hechas y hemos constatado que tiene más de 18 años», confirma Pablo Granados.

Mentir en la edad, según insiste el coordinador de la Cruz Roja en Alcoy, «es bastante común, ellos saben que si son menores tienen más posibilidades de quedarse».

En las clases también «se les explica qué van a encontrar en España, cuál es la situación laboral y qué requisitos e impedimentos hay para conseguir los papeles». No obstante, algunos de ellos quieren intentarlo, como es el caso de Coulibaly Yaya, quien insiste en que «he venido para trabajar» y explica que tiene experiencia como mecánico.

Es consciente de que tiene un par de meses por delante para pensar en su futuro, pero ahora no quiere hacerlo, quiere recuperarse del duro viaje, y «trabajar»; es algo que repite constantemente.

«La mayoría llega en muy malas condiciones y necesitan continuas revisiones médicas», por ello, Juan Cortés explica que «en función del estado de salud podemos pedir prórrogas y alargar su estancia aquí». Entre la veintena de hombre que ocupa ahora las instalaciones del albergue de transeúntes destaca el caso de joven que «le faltan los dos brazos y estamos gestionando con diferentes fundaciones la posibilidad de conseguirle dos prótesis para que pueda volver a su país, porque él quiere volver».

Las diferencias culturales y religiosas obligan a la entidad a acoger sólo a hombres. «Ahora mismo, tal y como son las instalaciones, no podemos albergar también a mujeres», recalca el presidente de la entidad.

La asamblea local de la Cruz Roja ha obtenido un año de permiso para desarrollar el programa humanitario, aunque también podrían solicitar prórrogas. «Ampliar o no dependerá de cómo evolucione el mapa migratorio en Europa», recalcó Cortés.

Elia Llinares es una de las trabajadoras sociales que está trabajando en el proyecto y destaca que «mientras están aquí también intentamos que salgan a conocer museos, que participen en las actividades y en el día a día de la ciudad». Cerca del albergue está el polideportivo de Caramanchel, donde acuden casi a diario. «Les encanta jugar a fútbol. De hecho, los niños del barrio están encantados; al principio se dividía en equipos y jugaban España contra África, pero después han visto que lo hacen muy bien y prefieren equipos mixtos». Coulibaly Yaya es uno de ellos, asegura que le encanta jugar a fútbol, pero insiste, «prefiero trabajar».

Tienen facilidad para integrarse y mantienen una «buena convivencia». Esto es algo que se puede comprobar en la reunión semanal, donde Elia Llinares les pregunta cómo están, si tienen alguna sugerencia y les recalca cuáles son las normas. A modo de anécdota, en uno de estos encuentros el grupo expuso que no entendía cómo si servían un plato de arroz ponían también pan, alegando que es lo mismo.

Aunque pueda parecer que han llegado al paraíso, para ellos el viaje no ha acabado. Su estancia en Alcoy sólo es un alto en el camino. Ahora deberán seguir buscando el trabajo que Coulibaly Yaya y el resto de compañeros tanto anhelan.