La albufera de Gaianes ha vuelto a tocar fondo. La falta de lluvias ha dejado el paraje prácticamente seco apenas año y medio después de que aflorasen las aguas. En la actualidad sólo sobrevive poco más que una charca en el centro del humedal, donde se concentran las aves acuáticas y los peces en una situación que empieza a ser desesperada.
La albufera de Gaianes resucitó en 2004, después de un largo período de tiempo en que era desecada de forma artificial para aprovechar los terrenos como campos de cultivo. La rotura de la tubería que servía para drenar el agua propició la reaparición de este humedal de cinco hectáreas de extensión, que la Conselleria de Medio Ambiente se encargó después de acondicionar a través de una inversión de 700.000 euros que incluyó la habilitación de isletas como refugio para las aves y la construcción de una pasarela de madera y un observatorio.
Pero la falta de lluvias han hecho mella en este paraje. El agua desapareció por completo durante el reciente ciclo de sequía que afectó a toda la provincia, y no fue hasta principios de 2017, tras los fuertes temporales registrados, cuando la albufera volvió a recuperar todo su esplendor.
Sin embargo, poco ha durado esa imagen idílica, toda vez que el humedal ha vuelto a tocar prácticamente fondo después de una primavera y un verano marcados de nuevo por la ausencia de precipitaciones. Poco más que una charca sobrevive en el centro del paraje, donde se concentran aves acuáticas, peces y anfibios en una desesperada lucha de supervivencia.
Todos miran al cielo en espera de las añoradas lluvias, o del proyecto pendiente de canalización de dos fuentes que garantizarían un caudal mínimo de agua.
Con todo, se espera que con la llegada del otoño las precipitaciones se ractiven y el agua regrese a este hermoso y valioso paraje, no sólo a nivel paisajístico, sino también a nivel de fauna, por la gran cantidad de especies sobre todo de aves acuáticas que conviven en la zona. De hecho, son numerosos los visitantes que se pasan por la albufera de Gaianes sobre todo los fins de semana, equipados con prismáticos para disfrutar del espectáculo que se abre ante sus ojos. El observatorio habilitado al final de una larga pasarela es un lugar excepcional en este sentido.
