El «Golpe de Estado» de «Els Enfarinats» sumió ayer a Ibi en la ley de lo absurdo, quedando prohibido circular «por el sol y por la sombra, por la calzada y por la acera, y por los tejados». Así que aquellos que se atrevieron a desafiar a los estrafalarios personajes fueron multados.

Cada 28 de diciembre esta localidad de la Foia de Castalla celebra «Els Enfarinats», un festejo que se enmarca dentro del programa de actos de les Festes d'Hivern y que cada año reúne a numerosos visitantes.

A primera hora de la mañana, un grupo de hombres -conocidos como «enfarinats»- ataviados con llamativas vestimentas y con las caras pintadas asaltan la emisora local para anunciar que van a tomar el poder de la villa. Acto seguido, acuden a la puerta del Ayuntamiento, donde se disputan la vara de mando con la «oposició» en una calurosa carrera.

Tal y como manda la tradición, «els enfarinats» logran arrebatar la vara al alcalde y suben al salón de plenos a designar las competencias que asumirá cada uno y a imponer sus leyes. Ayer se estrenó como alcalde de «els enfarinats» Héctor Guillem, quien anunció: «Desde ahora queda establecido el nuevo gobierno, aplicando la "justicia nova" y quedando abolidas todas las leyes anteriores». El nuevo mandatario, además, informó de que «se establece el toque de queda y no se podrá circular ni por el sol ni por la sombra, ni por la calle ni por la acera, ni por los tejados. Sólo por la era».

Guillem explicó que únicamente se salvarían quienes estuviesen «en el segundo balcón» de la plaza de la Iglesia durante la batalla, el resto «serán multados y si no pagan irán a la prisión». El estrafalario personaje hizo hincapié en que este festejo tiene un fin solidario, ya que todo lo recaudado durante el día es donado al Asilo de San Joaquín.

En esta línea, el alcalde destituido por un día, Rafael Serralta, explicó que «es un Golpe de Estado y lo que hacen es gobernar hasta las cinco de la tarde e imponen la ley de lo absurdo».

Tras la toma de poder, «enfarinats» y «oposició» se reunieron en la plaza de la Iglesia, donde se enzarzaron en una peculiar batalla en la que la munición fueron 7.000 kilos de harina, 9.000 huevos y 7.000 cohetes.

El segundo balcón de la plaza, tal y como señaló el alcalde de «els enfarinats» es la zona neutral, desde la que el público puede contemplar la contienda sin sufrir ningún percance. A pesar de ello, un par de integrantes de la batalla subieron con botes de humo rojo para asustar a los numerosos asistentes.

Un año más, el acto volvió a congregar a multitud de espectadores, a pesar de que el tiempo no acompañó, registrando temperaturas en torno a los 6 grados y cielo nuboso.

La primera media hora de batalla se caracterizó por la harina y los huevos y el uso de extintores. Poco a poco el ambiente fue calentándose y los protagonistas empezaron a lanzar botes de humo de colores y, finalmente, el acto se convirtió en un espectáculo pirotécnico con la explosión de todo tipo de cohetes.

Completamente enharinados y rebozados en huevo, los estrafalarios personajes dejaron la plaza de la Iglesia para iniciar el tradicional paseo por las calles de la población, multando a los viandantes y cobrando el «impuesto revolucionario» a los comerciantes. Después de una pausa para comer y reponer fuerzas, «enfarinats» y «oposició» llevan la recaudación y los donativos al Asilo de San Joaquín.

Otros actos

«Els Enfarinats» son una celebración más dentro de les Festes d'Hivern, por lo que ayer, después de devolver el poder al equipo de gobierno dirigido por Serralta, los actos continuaron con el Primer Dia de Danses o Dia dels Casats.

Las danzas populares tuvieron lugar en la calle Les Eres y, con el objetivo de promover la figura dels «tapats», la concejalía de Fiestas y la Taula de Festes d'Hivern entregaron un premio al mejor de ellos. La decisión, asimismo, fue tomada por unos peculiares jueces, «els enfarinats».

La jornada festiva concluyó con el «Ball del Virrei» en el pabellón del polideportivo municipal, donde algunos espectadores acudieron a bailar ataviados con el sombrero, la capa y el mantón típicos de la indumentaria tradicional de esta celebración muy esperada por los ibenses.