Tras una brillante jornada, marcada por la batalla de arcabucería entre Moros y Cristianos, el Sant Jordiet Juan Anduix Martínez puso anoche el punto final a la Trilogía de Alcoy, con la Aparición sobre las almenas del castillo, cuyo final fue señalado por unos fuegos artificiales. Atrás quedan tres días y medio muy intensos, en el que las fiestas de Moros y Cristianos han vuelto a brillar a gran altura, combinando espectáculo, religiosidad y ambiente en las calles.

La última jornada tuvo hasta su anécdota, protagonizada por el estafeta moro, que se cayó del caballo a pocos metros de la plaza; no obstante, pudo levantarse y reanudar la carrera, pese a resultar con el dedo meñique de una mano roto. Fue el detalle que anticipó una animada e infructuosa Embajada y que dio paso al Alardo de la Mañana, espectacular y sin incidencias de consideración.

Terminada la lucha, Andaluces y Maseros repitieron el Contrabando de la mañana, a fin de señalar su centenario con el actual formato, en esta ocasión ante un numerosísimo público.

Tras la comida, que algunas filaes como Almogávares y Chano efectuaron en la Plaça de Dins, se reanudaron las hostilidades, tras acabar de nuevo sin acuerdo la Embajada; esta vez, tras una Estafeta sin sobresaltos. Especialmente emotivo fue el momento de «¡Guerra, guerra!» y «¡Armas, armas!», coreado por el público que llenaba la plaza.

A partir de ahí, los cristianos intentaron y consiguieron recuperar la fortaleza, tras una intensa y espectacular batalla, en la que se consumieron los 3.000 kilos de pólvora adquiridos y repartidos en las vísperas festeras. También esta vez, el balance de incidencias fue mínimo y todas de quemaduras por salpicaduras de pólvora.

A partir de ahí, mientras los servicios municipales regaban la plaza de España y sus aledaños, se iba configurando la procesión, que permitió devolver la imagen del «Xicotet» a su templo, con la participación de los cargos, la asamblea de la Asociación y las autoridades.

A las 21,30 en punto, Juan Abduix salió con su caballo en el castillo para protagonizar la Aparición, que tuvo algún problema de iluminación al principio, lanzando su cargamento de flechas de plástico, ahora símbolo de paz. El castillo de fuegos artificiales concluyó la velada oficial, que luego seguiría con los tradicionales «soparets» en el centro.