La Entrada Cristiana de Alcoy respondió ayer a todas las expectativas, brindando a los miles de asistentes un espectáculo compacto y lleno de alicientes. El capitán de los Mozárabes salió rodeado de un ejército guerrero y al mismo tiempo fantasioso en pos de la reconquista, mientras que el alférez de los Almogávares apostó con acierto todo su boato a la estética del mito alado del dragón.

El boato de los Mozárabes fue perfectamente reconocible, siempre con los colores morados de la filà predominando en la estética y con guiños hacia su pasado musulmán. Todo ello, además, reivindicando el importante papel histórico desempeñado en la reconquista.

Abría la comitiva una doble escuadra con el traje de la filà, a la que seguía la heráldica del capitán. Los ballets ocuparon un lugar destacado, primero con una curiosa coreografía con mujeres portando cántaros de agua, pasando por una danza con escudos y posteriormente con otra en la que destacaba la presencia de una mujer en lo alto de una carroza que simulaba una enorme copa.

Resaltó igualmente un grupo de soldados de estética indudablemente oriental a lomos de preciosos camellos, que precedían a la carroza de la favorita y las damas, todas con elegantes vestidos con predominantes azules.

Era el anuncio de los caballeros, que aparecieron escoltando al capitán, Francisco Baldó Verdú, que al igual que los citados también apareció en lo alto de una carroza tirada por bueyes. El suyo era un traje en el que destacaba la sobria túnica morada, así como una larga capa en tonalidades verdes, magenta y crudo. Todo ello rematado por un casco dorado en punta, que realzaba su figura.

El boato concluía con la escuadra especial, cuyos integrantes iban ataviados con un peto de cuero marrón con una cruz en plata y oro en el pecho, tonalidades similares a las que configuraban el casco.

Como es habitual, el momento más emotivo de la Entrada Cristiana se vivió con la llegada del capitán a la plaza de España, donde recibió las llaves de la villa de manos de un niño alcodiano entre las ovaciones de la multitud que abarrotaba las sillas.

Casi sin solución de continuidad llegó otro plato fuerte, cual fue la primera escuadra femenina que desfilaba en las Entradas de Alcoy. Vino de la mano de la Filà Vascos y el gentío aplaudió a rabiar el paso de las mujeres.

El acto vivió otro momento destacado con la escuadra del «Mig», este año a cargo de la filà Aragonesos. Destacó el agresivo diseño en el que destacaba el metal acerado de corona, brazaletes y hombreras, así como las cuatro barras de la bandera aragonesa en la túnica.

El colofón llegó con el alférez de los Almogávares, todo él configurado en base a la estética del dragón que aparece en el escudo de la filà. Tras los numerosísimos ejércitos femeninos y masculinos que encabezaban la comitiva llegó una danza que simulaba el fuego del mito alado, así como un ballet también referido al dragón que acompañaba a las favoritas.

El alférez, Javier Gandía, apareció al frente de una larga carroza acompañado por sus caballeros. Lucía una espléndida coraza dorada y una capa de piel. La escuadra especial cerraba el boato, con una estética entre bárbara y vikinga que no dejó indiferente a nadie. Algunas gotas de agua acompañaron a la Entrada en su ocaso, aunque no impidieron el lucimiento de un desfile que transcurrió compacto y sin cortes, y que resultó del agrado del público que abarrotaba todo el itinerario.