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Alcoy

«Manolo» se esfumó en el tiempo

El asesinato de Enrique Davia en el Preventorio en 1977 se mantiene como una incógnita

«Manolo» se esfumó en el tiempo

Recientemente se han cumplido 39 años del crimen que mayor impacto popular ha despertado en la historia contemporánea de Alcoy, el asesinato de Enrique Davia Blázquez, más conocido como «caso Manolo» y que a día de hoy sigue siendo un enigma. Transcurridas cuatro décadas, nunca se ha podido identificar al hombre que, con la cara cubierta, atacó a una pareja en la carretera del Preventorio, junto a las antenas de televisión, matando al hombre, para desolación de los policías que se ocuparon de la investigación en aquella época. «Es una espina que tenemos clavada», indicó uno de los profesionales -ya retirado- a este diario.

A última hora de la tarde del 19 de enero de 1977, Enrique Davia, peluquero de profesión y casado, con domicilio en la calle San Agustín, se encontraba en su vehículo, un Renault 8, con una amiga, «conversando y escuchando música», como publicó INFORMACIÓN dos días después del suceso. De repente, un hombre encapuchado y armado con una escopeta les conminó a entregarles dinero, bajo amenaza de revelar su relación, pero Enrique se negó y salió del coche, forcejeando con el atacante. En un momento dado, logró descubrirle parcialmente la cara y acto seguido exclamó: «¿Y por dinero haces esto, Manolo?», según el testimonio posterior de la mujer.

El agresor disparó e hirió de consideración a Enrique y de manera leve a la mujer, lo que provocó que el infortunado se diese a la fuga en dirección hacia el túnel, donde recibió otro disparo, en este caso mortal. El cuerpo apareció cuatro metros retirado del punto en que fue abatido. El agresor se marchó y la mujer, lesionada y conmocionada, salió del coche y pidió socorro a un vehículo que pasó instantes después, pero que no se detuvo y que, de hecho, estuvo a un tris de atropellarla. La Policía sospechó que era el asesino en persona.

Desde el Preventorio se habían oído los disparos y se había alertado a las autoridades, que se desplazaron a toda prisa hasta la zona. Acababa de nacer el «caso Manolo», del que hoy, 39 años después, se sabe lo mismo que el primer día: nada. Y eso que parecía un caso sencillo, según explicó uno de los investigadores, toda vez que se sabía que el autor se llamaba «Manolo» y que podía tener un Renault 6 color blanco o marfil con matrícula A-xxxx-A. Esto último se determinó porque la víspera, un encapuchado armado había amenazado a otra pareja y se había identificado parcialmente el coche.

Casi coser y cantar

No era coser y cantar, pero casi; así lo pensaban los agentes, que empezaron a investigar a los «manolos» del pueblo, primero que nadie a los que tenían un Renault 6. Se revisaron las 50.000 fichas del DNI locales una por una y se comprobó que había 1.800 escopetas de caza registradas, casi todas del calibre de la que se usó para el crimen. La ausencia de avances hizo que la «caza y captura» se extendiera geográficamente y que no sólo se investigara a los «manolos» sino también a los «bartolos», por si acaso la mujer no había oído bien el nombre.

Todo fue en vano. Ni un sólo detalle permitió a los investigadores elucidar el asunto, por lo que el caso fue cayendo en el saco de los crímenes por resolver. A este resultado pudo contribuir, como confesó en su momento otro de los participantes en la operación, el hecho de que a la mujer no se le pudiese efectuar un interrogatorio «como tocaba». Habría que recordar que en 1977 estaba vigente la estructura administrativa franquista y que esta mujer era hija de un militar de rango del Regimiento Vizcaya 21; de hecho, el interrogatorio no se pudo efectuar hasta dos semanas más tarde, en su casa y en presencia del militar «con atuendo completo», según indicó un periodista que trabajaba en la época y que cubrió los avatares del crimen.

Además, ninguno de los dos móviles cuajó. Ni el pasional, porque todos los posibles involucrados tenían coartada para el momento de los hechos, explicaron fuentes policiales, ni el del robo, ya que no se concretó ningún sospechoso entre los que tenían antecedentes por delitos de este tipo.

Mientras la operación policial se ponía en marcha y se desarrollaba, la ciudad estaba conmocionada. No es para menos. Desde enero de 1961 no se había producido crimen alguno relevante en Alcoy y las circunstancias en que este último se había perpetrado suscitaron impacto popular, sobre todo porque el ámbito de las pesquisas era muy amplio.

Todo el trabajo estuvo a cargo del entonces juez Faustino de Urquía, que más tarde sería presidente de la Audiencia Provincial, y del comisario Checa. Posteriormente, en los años ochenta hubo otro intento serio de resolución, a cargo del juez José Manuel Megía Carmona (hoy en día, magistrado del TSJ) y el comisario Andrés Barceló, y en 1996 el último, por el comisario Miguel Catalán, en este caso cuando estaba a punto de prescribir. El resultado fue el mismo en cada caso: completamente negativo y sin avance alguno.

La «vox populi» señaló a algún posible autor, a algún «Manolo» más sospechoso que otro, pero todo fueron habladurías que jamás llegaron a confirmarse. El caso prescribió en 1997 y 39 años después sigue siendo un completo enigma, posiblemente definitivo.

Los investigadores estiman que hoy el «Manolo» autor del crimen tendrá unos 70 años, ya que por la descripción y las características facilitadas por la testigo, se estableció que en aquel momento tendría alrededor de 30.

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