Han pasado 362 años desde que el padre Antonio Bonaventura Guerau y el párroco de Confrides descubrieran los dos primeros lirios milagrosos del Carrascal y 351 del tercero y último, que acabó en manos nada menos que del rey Felipe IV, que lo reservó para su oratorio particular. De esta forma se acredita que el impacto de ese milagro -repetido en dos ocasiones- no se limitó a Alcoy sino que tuvo repercusión incluso internacional, en el marco del debate generado sobre la Inmaculada Concepción, con resonancias hasta bien entrado el siglo XIX.

La localización de los primeros lirios en los alrededores del santuario en la mañana del 21 de agosto de 1653, por parte de Bonaventura y del párroco de Confrides, conmocionó a la sociedad. La aparición de estos lirios que tenían grabada en su interior la imagen de la virgen, con la caracterización de la Purísima Concepción, fue documentada por las autoridades religiosas y civiles de la época.

Alcoy reaccionó de inmediato y once años más tarde se bendecía una ermita en el mismo sitio donde se habían encontrado los lirios; el propio Antonio Bonaventura hallaba un tercer lirio ese mismo día, que acabó siendo remitido al virrey de Valencia y, por mediación de éste, al rey Felipe IV.

La devoción en la ciudad en torno a este milagro no ha cesado con el paso de los siglos. De hecho, la ermita se ha mantenido siempre en el santuario, aunque el edificio ha tenido que ser renovado. Así, en 1742 la ermita original fue declarada en ruinas, aunque dos años más tarde se erigiría una nueva... que se demolería en 1884. Entre 1886 y 1891 se construyó el templo actual, que ha resistido mejor el paso del tiempo, aunque en 1995 fue objeto de una profunda renovación y consolidación, en el marco de la remodelación general del edificio del santuario. Posteriormente, en 2003, se renovó el sagrario, que fue bendecido por el obispo Rafael Sanus.

Paralelamente, la romería de ayer es heredera de una tradición generada en torno al paraje, que está en marcha desde 1653. Al margen de construirse la ermita, el santuario de la Font Roja ha sido punto de concentración desde el primer día; numerosos fieles acudían al paraje, de manera muy especial el 21 de agosto, en que se fue instaurando poco a poco la celebración de actos religiosos y la romería. De forma paralela, el área se convirtió en un foco vacacional, conllevando la construcción del edificio anexo que durante mucho tiempo albergó un hotel y también un amplio grupo de chalés.

A partir de 1979, con la incorporación de los ayuntamientos democráticos, la romería registró una importante reactivación, sobre todo a consecuencia de la decisión, de común acuerdo con la Archicofradía de la Virgen de los Lirios, de trasladarla a septiembre. De esta forma, el 21 de agosto se conmemoraba el hallazgo, pero en septiembre, tras las vacaciones, se celebraba la ofrenda popular. Con los años, la medida se reveló todo un éxito pues la participación fue multitudinaria. No obstante, tres suspensiones consecutivas por las lluvias, entre 2007 y 2009, provocaron un ciclo negativo que está costando un poquito de remontar; de hecho, la participación se resintió de manera notoria en 2010 y 2011, aunque posteriormente se ha recuperado. Tanto es así, en 2013 la organización hablaba ya de más de 4.000 asistentes.