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El despegue de los vinos alicantinos

La provincia refuerza su posición en los mercados tras ser elegida como mejor zona de España e intensifica su apuesta por la exportación

Los vinos alicantinos están dando pasos de gigante para posicionarse en primera línea de mercado. En la imagen superior, la planta embotelladora de Bocopa. CARLOS RODRÍGUEZ

La provincia de Alicante es una de las que más historia tiene en el conjunto de España en la cultura del vino. No en vano, se sabe que esta tradición fue traída a la península por fenicios, griegos y, más tarde, por los romanos, y que los primeros puertos por los que entraron fueron Dénia y Torrevieja. Hay numerosos vestigios arqueológicos que atestiguan la importancia del vino en esta zona desde hace más de 3.000 años.

Sin embargo, y ya en los tiempos modernos, no ha sido fácil para los caldos alicantinos abrirse paso en los mercados a la sombra de unos gigantes como la Rioja y la Ribera del Duero. El sector ha tenido que llevar a cabo un gran esfuerzo por evolucionar y adaptarse a las exigencias actuales, y una prueba de ello es que si hace cincuenta años prácticamente toda la producción era a granel, en estos momentos se ha dado un giro que ha permitido al envasado estar a la par.

También bodegas y cooperativas han apostado claramente por la calidad calidad y, dentro de sus posibilidades, por reforzar sus estructuras de comercialización, para de esta forma ir conquistando los mercados más exigentes.

Todo ello, poco a poco, ha ido arrojando sus frutos, y según destacaba el secretario de la Denominación de Origen Vinos de Alicante, Eladio Martín, en estos momentos la provincia ha logrado el reconocimiento generalizado hasta posicionarse en primera línea. Una muestra de ello ha sido la declaración como zona vitivinícola más valorada de España por parte de la prestigiosa Guía Peñín.

«Tenemos -destacaba Martín- un gran potencial, vinos de alta calidad y singularidades que nos dan renombre. Ahí están el fondillón, los moscateles y los caldos elaborados con monastrell, una variedad que es muy característica de esta provincia. Además, contamos con la mejor relación calidad-precio de toda España».

Y todo ello, insiste, ha sido gracias al esfuerzo y dedicación de las bodegas, 38 certificadas por la Denominación de Origen, de las cuáles nada menos que 16 son cooperativas. «Han dado un paso al frente importantísimo y son modélicas en sus reformas, hasta el punto que todas ellas producen vinos de una altísima calidad, cuando en otras regiones de España lo habitual es que elaboren caldos que no pasan de normales. Además, hay que agradecerles su labor en la conservación del patrimonio vitivinícola en Alicante», enfatiza.

La vendimia se acaba de iniciar, y las perspectivas son bastante mejores que las del año pasado, cuando la sequía marcó un mínimo histórico en una producción que no superó los 27 millones de kilos de uva. De cara a esta campaña, las 9.515 hectáreas cultivadas en el marco de la Denominación de Origen se espera que produzcan 40 millones de kilos, lo que supondrá volver a los parámetros normales en la zona.

La variedad monastrell, como queda dicho, es la más extendida y también la más singular, y a su vez propicia que Alicante sea la región de España que acaba la vendimia más tarde, a finales de septiembre o principios de octubre, dada su condición de tardía. También, no obstante, hay otras variedades adaptadas muy bien al terreno, como son la cabernet, merlot o syrah, entre otras.

La principal preocupación radica en los viñedos de la Marina Alta, de uva blanca, que son de secano y que han sufrido con especial virulencia los efectos de la sequía. «La situación -dijo Martín- es delicada, incluso después de las últimas lluvias, porque en algunos casos estamos hablando de la supervivencia de las viñas».

Con todo, la cosecha de uva de este año permitirá producir 145.000 hectolitros de vino, de los cuáles entre un 75 y un 80% serán de tinto.

Del total de la producción, alrededor de un 25% se destinará a las exportaciones, un porcentaje que si bien ha ido aumentando poco a poco en los últimos años, continúa estando por debajo de la media de las otras regiones españolas. La razón, según Eladio Martín, el pequeño tamaño de las bodegas alicantinas. «Estamos condicionados por el limitado potencial exportador de las empresas, en la mayoría de los casos familiares y pequeñas. Todos querrían exportar más, pero hay que ir dotándose de infraestructuras comerciales y de equipos destinados a esta finalidad».

Aún así, los vinos alicantinos van abriéndose camino en el exterior, y en estos momentos un cliente enormemente exigente como el alemán es el principal destino de las ventas. También están creciendo países como China, Canadá, Corea del Sur, Taiwán y Hong Kong, aunque la principal apuesta es EE UU, al tratarse de un mercado maduro y constante.

Martín reconocía que sería importante ampliar la cuota de exportación, entre otras cuestiones debido al bajo consumo en el mercado nacional. El secretario de la Denominación de Origen resaltaba que «en los últimos tiempos ha habido una pérdida de la cultura del vino bestial, incluso dentro del ámbito familiar. Hay diversos factores que han influido, como la crisis, los elevados precios de determinadas marcas en la hostelería, las multas por conducir después de beber... Lo que tendría que cambiar es la mentalidad y recuperar la imagen de que el vino es un alimento de nuestra dieta, y que hay que consumirlo, aunque con moderación».

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