La guerra ocasionó gran cantidad de desplazados que huían del frente y de las zonas ocupadas por los «nacionales». Para atenderlos se crearon Comités Locales de Refugiados, jugando también un importante papel en este sentido el Socorro Rojo Internacional. A principios de 1937 la ciudad albergaba unos 1200 refugiados, lo que suponía un 10% de la población, cifra que fue aumentando paulatinamente. El Comité se encargó de alojarlos y proporcionarles ropas, alimentos y asistencia médica. Para poder hacer frente a estas necesidades el Consejo Municipal gravó todas las compras con un impuesto especial del 1%. Varios conventos se acondicionaron para «refugio de transeúntes», distribuyéndose también a los refugiados en viviendas particulares. i. j. iniesta
