«No tengo ningún recuerdo de mi padre, ni siquiera un simple gesto al que agarrarme pues cuando se marchó yo tenía dos añitos y mi hermano unos meses, sin embargo siempre ha estado conmigo», relata emocionada María Mataix Gisbert, la hija mayor de Vicente. Ayer, los dos hijos, siete nietos y 8 bisnietos de Vicente Mataix cerraron la herida que tenían abierta en el Sahara al poder enterrar los restos de su familiar desaparecido junto a su esposa. «Estoy muy emocionada, pero a la vez muy contenta, ya que si tengo lágrimas son de alegría por poder reunir a mi padre con mi madre, algo que nunca pensé que conseguiríamos después de más de 70 años», añade María.

El homenaje familiar ha incluido lectura de cartas de los hijos, rosas blancas depositadas por los bisnietos e incluso una pieza musical interpretada a la flauta por una de ellas. «Ya que él no nos pudo disfrutar en vida, por lo menos pueda hacerlo ahora», dice María mientras su hijo Josep Lluís también irradia felicidad.