Lo que en otro sitio pudo haber sido una catástrofe, Alcoy lo soportó bastante bien. Así, la gota fría del 86 forma parte de la memoria local, como las grandes nevadas de 1986 o 1980. Estos tres acontecimientos meteorológicos tienen, además, un elemento común: no hubo que lamentar desgracias personales de gravedad.

En la mañana del 29 de septiembre de 1986 empezó a llover y, pronto, lo hizo con gran abundancia, hasta el punto que por la noche se habían registrado 350 litros por metro cuadrado; al día siguiente, el diluvio se repitió y la cifra final acabó alcanzando en algunos puntos de la ciudad los 700 litros. Los efectos de tan tremenda precipitación fueron inmediatos, con ingentes aluviones precipitándose sobre los cauces de los ríos.

La zona más problemática fue el área industrial de Sembenet, justo entre los pilares del puente Fernando Reig, que se encontraba en la recta final de su construcción. Algunas fábricas textiles acabaron anegadas por el agua y el barro, mientras el Serpis se convertía por unos días en el Ebro, dado su caudal.

Las calles de Alcoy quedaron impracticables. "Tenía 14 años e iba a Santa Ana; como no había clase, acabamos viendo qué pasaba en Sembenet y luego no podíamos cruzar la calle Oliver para volver a casa", recordaba ayer David Abad, concejal de Hacienda y portavoz del Bloc. Las clases tuvieron que ser suspendidas, a la vez que se interrumpía el suministro de agua por graves desperfectos en las conducciones que llegaban desde el Molinar y el Barranc del Cint; esto provocó que la ciudad tuviese que ser abastecida por hasta 33 camiones cuba durante más de una semana. También hubo deficiencias en el suministro eléctrico.

El agua causaba estragos. Si Sembenet se anegaba, la zona inferior del puente de San Jorge también se veía inundada, pero la fuerza de la naturaleza se dejaba sentir con todo su furor ya en el término de Cocentaina, en la carretera de Els Algars al Poble Nou: el Serpis se llevó por delante en un instante el puente de piedra que cruzaba la carretera. Los vecinos de la pequeña pedanía quedaron aislados, dependiendo de los suministros de la Guardia Civil y la Policía Local, hasta que el 7 de octubre el Ejército instalaba un puente militar que permitía una cierta normalidad en las comunicaciones. Posteriormente, el puente se reconstruiría.

Hacia la tarde del 30 de septiembre, la lluvia empezaba a remitir, tras haber descargado la mayor precipitación de los tiempos modernos. El balance, por fortuna, no era trágico: los vecinos de Alcoy, pero también los de Cocentaina, Muro, las pequeñas poblaciones de El Comtat e incluso los de Ibi, estaban sufriendo un sinfín de incomodidades y, en algunos casos, las pérdidas de sus negocios y sus casas; de entrada, había 40 personas desalojadas de sus viviendas en las calles San Vicente y Algezares, que fueron acomodadas en el Hospital de Oliver y el geriátrico de Pintor Sala.

"Lo más gordo empieza ahora", manifestaba el alcalde José Sanus a este diario, mientras pasaba algunos de los momentos más difíciles de su largo mandato; contó con el apoyo del entonces gobernador civil, Virginio Fuentes.

Dos días más tarde se confirmaba la magnitud del desastre, en una visita del presidente de la Generalitat Joan Lerma. Un centenar de empresas dañadas, 2.000 trabajadores en paro temporal y unos 1.000 millones de pesetas en pérdidas, solo en Alcoy. Entre tanto, buceadores de la Armada rescataban en el pantano de Beniarrés 40 barriles tóxicos que el río había arrastrado desde una fábrica de Sembenet.

Entre el desastre, un episodio tragicómico. En la noche del 1 de octubre, con la ciudad en estado de emergencia, al Alcoyano le tocaba disputar un partido de Copa con el Olímpic de Játiva. Todo apuntaba a que se iba a suspender, pero, a la hora del encuentro, resultó que El Collao estaba en perfecto estado y el Olímpico se empeñó en jugar. En el campo no habría ni 30 personas, entre público, policías y periodistas; encima, hubo prórroga, pero un gol de Domenech en el minuto 119 clasificó al Alcoyano.