La suerte no acompaña a Alcoy. Con Sanus y Lerma, hubo lluvia de inversiones, pero Zaplana cerró el grifo al encontrarse con un gobierno local socialista como interlocutor. Cuando en julio de 2000 empezó la era local del PP, ya era tarde: los cuantiosos dispendios de la Generalitat -que ahora la están ahogando- habían vaciado las alforjas, de manera que esta ciudad se quedó fuera de los grandes proyectos y tuvo que utilizar sus propios recursos para financiar sus actuaciones, salvo honrosas excepciones.

A Jorge Sedano, como a Camps, le ha venido muy bien un gobierno "hostil" en Madrid, pues la inoperancia de una legislatura en blanco -"La Canal, la Canal, la Canal"- se ha paliado con "Zapatero es el culpable de todos los males", incluidas las pésimas relaciones del gobierno local con la Generalitat, fruto de su alineamiento en el bando de José Joaquín Ripoll. Con Trini Miró como "enemiga" consellera y Amparo Ferrando condenada al ostracismo, Sedano y los suyos se han limitado a disfrutar de una cómoda oposición, que apenas ha logrado desgastarle en su imagen pública, que cuida como oro en paño.

Por cierto, Trini Miró ha sabido jugar sus bazas, financiando proyectos locales desde la Conselleria de Cultura y, sobre todo, poniendo en marcha el ciclo de exposiciones de la Luz de las Imágenes, que ha permitido restaurar el patrimonio eclesiástico, artístico y urbanístico, especialmente de la ciudad, pero con algunos coletazos comarcales.

Sedano concurre a las elecciones con el partido dividido, pero lo mismo le ocurre a su principal rival, el socialista Antonio Francés, que ha logrado el férreo control de la formación local y el grupo municipal, pero dejando de lado al sector que sigue auspiciando Amando Vilaplana.

Este contexto abre la puerta a que otras opciones, quizá más el Bloc con el renovado candidato Rafa Carbonell que Paco Agulló y l'Entesa, vean acrecentadas sus posibilidades de incrementar su representación y, quién sabe, su posibilidad de convertirse en elemento fundamental de decisión.

De momento, las espadas están en alto y parece poco probable que la campaña electoral contribuya a cambiar algo en esta ciudad, sobre lo que los votantes pudieran tener ya decidido. El apático ambiente, por aquello de la inexistencia de "inauguraciones" y la coincidencia con las Fiestas de Moros y Cristianos, ha provocado que el ciclo para "vender" la oferta apenas se prolongue durante cuatro días; para colmo, esta ciudad suele devenir apática los días posteriores a las Fiestas, así que no es augurable un éxito apoteósico a los mítines que se puedan convocar.