Todo empezó en septiembre de 1999, con un primer brote que afectó a 36 personas. A partir de ahí se ha asistido a una sucesión de episodios epidemiológicos que los esfuerzos de la Conselleria de Sanidad y las autoridades locales no han logrado atajar. Las primeras crisis, que también fueron las más virulentas, propiciaron que los técnicos fijaran la vista en los equipos de refrigeración de las empresas, donde se localizó la bacteria en diversas ocasiones. De hecho, ahí empezó una ardua labor para censar todas estas instalaciones y someterlas a un control exhaustivo de análisis y limpiezas periódicas, para lo cual se requirió también del esfuerzo de los industriales.

Esta línea de actuación llevó a la desaparición de La Estambrera, una empresa situada en la parte inferior del puente de San Jorge, en pleno casco urbano, a la que se le atribuyó el origen de una parte importante de los contagios. La operación no estuvo exenta de polémica, toda vez que la empresa planteó un convenio al Ayuntamiento para el traslado de sus instalaciones fuera del casco urbano, a cambio de que se le permitiera edificar en los solares que dejaba libres. Sin embargo, al final la firma echó el cierre y dejó en la calle a sus trabajadores, pese a lo cual el gobierno municipal del PP permitió que siguiera adelante con su proyecto urbanístico, lo que provocó agrias críticas por parte de la oposición.

Paralelamente, y durante todo este tiempo, también se incrementaba la cloración de la red del agua potable -situación que persiste en estos momentos- y se cerraban las fuentes públicas.

Con todo, este control de las instalaciones consideradas de riesgo, añadidas al cierre de La Estambrera, parecieron dar sus frutos, dado que a partir de octubre de 2005 los brotes cesaron y todo hacía pensar que el problema había desaparecido.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. El pasado verano la legionela volvía a irrumpir en las vidas de los alcoyanos, con un nuevo brote que se saldó con 11 afectados, y otro posterior en octubre que ocasionó 22 contagios.

Para sorpresa de todos, la Conselleria atribuía por primera vez el origen de los contagios a los trabajos de asfaltado que se desarrollaban en Alcoy, dando de esta forma un giro a lo que había sido habitual hasta la fecha. La bacteria era detectada en algunas de las máquinas que intervenían en las obras, motivo por el que se ordenó la paralización de las mismas hasta la llegada de las bajas temperaturas, y no sin antes obligar a las empresas constructoras a que adaptaran sus equipos para que no pulverizaran agua.

Esta semana, de nuevo con el incremento de los termómetros, la bacteria ha hecho irrupción provocando el decimosexto brote, cuyo origen aún no se ha determinado pese a haberse precintado una máquina de asfaltar y varias instalaciones de riesgo.

La situación no ha hecho más que poner en evidencia que el problema no está resuelto y que, atendiendo a las declaraciones de los responsables sanitarios, y a pesar de los controles, habrá que acostumbrarse a tener crisis epidemiológicas de este tipo de manera más o menos frecuente, dado que las especiales condiciones orográficas de la ciudad hacen que los alcoyanos estén más expuestos al contagio que los habitantes de otras poblaciones en caso de que aparezca la bacteria.

Los grupos de la oposición, sin embargo, reclaman nuevas líneas de investigación y la intervención de epidemiólogos de prestigio, con el objetivo de erradicar un problema que amenaza con convertirse en una especie de maldición bíblica.