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La historia subterránea de San Vicente

Presos «nacionales» construyeron en 1937 el refugio antiaéreo que ocupa casi un kilómetro de longitud en el subsuelo del centro urbano

La concejala, entre el presidente del Cercle y Fernando Monllor, a la entrada del refugio. Álex Domínguez

Cuando sonaba la sirena de la Fábrica de Cemento era la señal para refugiarse y los sanvicenteros, mayores y niños, sabían dónde tenían que hacerlo. Presos del bando nacional sometidos a trabajos forzosos lo construyeron en 1937 después de varios bombardeos, ninguno en el municipio.

Un trozo de la historia reciente de San Vicente del Raspeig se encuentra enterrado en pleno centro. Solo los más mayores tienen constancia de lo que el subsuelo alberga y desde el Ayuntamiento quieren que la memoria quede intacta y que no se olvide este pedazo de historia que, a quienes les tocó vivirla, les marcó para siempre.

En 1990, y durante las obras de remodelación de la plaza de España, apareció en la calle Domínguez Margarit, esquina con la calle Salamanca, la boca de apertura del refugio antiaéreo construido en la Guerra Civil para proteger a la población de los bombardeos.

Tras la contienda siguió abierto y los niños de la posguerra habían jugado años después entre sus galerías, que finalmente, en los años cincuenta, fueron tapiadas, silenciando lo que sus paredes un día habían significado.

Este subterráneo abovedado es además singular puesto que es un sistema de galerías interconectadas con ocho entradas, una de ellas acababa en la calle doctor Alós, donde estaba la casa del médico y cuyo objetivo era servir de enfermería si fuera necesario. El subterráneo servía a los sanvicenteros para refugiarse cuando sonaba la sirena que alertaba de la presencia de bombarderos. Una alarma que «oían hasta en La Cañada» y que replicaba la que atronaba Alicante para alertar a la población de que debía ponerse a cubierto.

El sistema de galerías contaba con bancos hechos del mismo material que cubría las paredes, donde las familias esperaban pacientemente a que pasara el peligro y contaba con pequeñas estancias a modo de aseos dotados de respiraderos.

Grabación

Ha quedado constancia de la entrada al refugio gracias a la grabación realizada por el delineante e historiador gráfico de San Vicente, Fernando Monllor en febrero de 1990, quien además elaboró un documental en el que entrevistó a sanvicenteros que fueron testigo de la construcción del subterráneo y otros que lo utilizaron más de una vez para protegerse de los bombardeos.

Monllor recuerda que el 1 de febrero de 1990 accedió al sistema de galerías ubicado en el centro histórico de San Vicente junto al que por entonces era el alcalde, Jerónimo Jaime Antón, y su propia hija, de 8 años, entre otros, y recorrieron dejando constancia gráfica del refugio. El acceso era empinado, unos 6 ó 7 metros de bajada hasta llegar al refugio que tenía unos tres metros de anchura. Monllor recuerda que para medir su longitud entraron con una cuerda a la que cada 25 metros hacían un nudo. Así hasta los 795 metros que tiene el túnel.

El sistema de galerías discurre bajo el casco histórico y fueron cerca de una veintena de presos los encargados de su construcción «a pico y pala». Un destacamento de trabajo que contó con la solidaridad de los sanvicenteros que les ofrecían comida cuando estaban encerrados en la prisión de la calle Alfonso XIII. Así lo explican algunos testigos de aquellos días en la grabación de Monllor, ancianos que en Guerra Civil eran niños y recordaban cómo las familias les daban de comer a estos trabajadores forzosos, que eran castigados sin alimentos cuando había bombardeos.

El Cercle d'Estudis Sequet però Sanet cuenta que aquellos presos políticos entre los que había abogados y periodistas logró salvarse al final de la guerra, escapando de la casa alejada del municipio a donde les habían llevado. Entre ellos estaba Cayetano Luca de Tena, que en 1973 fue invitado a pregonar los Juegos Florales y recordó esta etapa de su vida.

El presidente del Cercle, Francisco Canals, cuenta que en el centro de San Vicente no llegó a caer ninguna bomba, pero sí en los alrededores, en lo que es hoy el parque Lo Torrent o en el antiguo aeródromo militar de Rabasa.

Desde el principio, el Cercle d'Estudis Sequet però Sanet ha querido poner en valor «este importante patrimonio cultural de memoria histórica», destaca Canals, «es un elemento patrimonial de la Guerra y es un atractivo turístico» y consideran que debe de accederse a ellos y mostrarse. La misma línea que sigue el Ayuntamiento que también quiere sacar a la luz este patrimonio. En 2018 ya señalizó una de las entradas y se ha encargado un mapeo para conocer el estado de las galerías.

La nueva concejala de Cultura y Memoria Histórica, Raquel Rodríguez (EU), señala que «son parte de la historia reciente de nuestro municipio y es imprescindible que no caiga en el olvido». La concejala confía en que tras el mapeo se disponga de una parte para que pueda ser visitada «de una forma didáctica y constructiva». Y defiende que los refugios forman parte de la memoria de la ciudadanía sanvicentera y deben ser recuperados.

El pasado de San Vicente pugna por salir a la luz y testimonios de aquel horror piden que no se olvide para evitar repetirlo.

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