San Vicente del Raspeig vibró ayer con la Entrada Cristiana 2019 donde las diez comparsas de la cruz pusieron en escena lo que llevaban esperando un año, la entrada de los guerreros y guerreras en las tierras del Raspeig. Navarros abrió un desfile que cerró de forma apoteósica la alferecía de Maseros.

El buen tiempo y las altas expectativas de unos festejos que este año ha logrado la calificación de Fiesta de Interés Turístico Autonómico echó a la calle a miles de sanvicenteros y visitantes ávidos de espectáculo. Y no defraudó. Una puesta en escena espectacular con trajes, maquillajes, ballets y carrozas singulares mantuvieron pegados a sus asientos a lo largo de la calle Alicante y Ancha de Castelar a los espectadores durante las casi cuatro horas que duró el desfile.

Las carrozas de las reinas de la Fiesta y de la Primavera, protagonistas por la mañana de la Fiesta de la Flor, abrían el desfile que lideraban los Navarros. Pusieron esfuerzo e ilusión en la primera capitanía que ostentan tras su nacimiento hace seis años. La puesta en escena llevaba por título Las cadenas del Raspeig, un guiño a los grilletes que forman el escudo navarro y a su leyenda, con la que se rememoraba la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 y la victoria del rey Sancho VII que logró derrotar a los musulmanes.

La capitanía hizo una cuidada puesta en escena llena de detalles y entre los guiños a Navarra del boato destacó la incorporación al desfile de cuatro gigantes llegados de la localidad navarra de Sangüesa. Se trata de una pareja de reyes moros y cristianos que este año han cumplido 100 años y a los que sus portadores hicieron bailar haciendo giros con ellas. La comparsa sanvicentera devolverá la visita y en septiembre serán los Navarros los que desfilen en las fiestas de la localidad.

El espectáculo contó con el combate cuerpo a cuerpo de ocho guerreros medievales ataviados con armaduras y protecciones que pelearon de una forma realista con sus espadas y escudos. Otro de los momentos especiales llegaba con la participación singular de una filà mora en el desfile cristiano. En este caso Moros Nuevos de Banyeres de Mariola, que llamó la atención por su singular y marcial forma de desfilar y sus negras barbas postizas.

La esperada carroza del capitán y la abanderada fue una de la sorpresas más esperadas. Más de 16 metros de largo que simulaban la cubierta de una catedral a la que no faltaban las gárgolas y las vidrieras culminaban el esfuerzo de organizar el espectáculo. Era un día especial para la comparsa y en especial para los niños Yasmina Lillo y Rodrigo Chust y el capitán adulto Guillermo Martínez, y la Abanderada Cavi Escolano.

Navarros empleó más de media hora en recorrer el algo más de un kilómetro del desfile. Tras ellos Cristians les seguían con el gusanillo de saber que el año que viene serán capitanía. Una de las comparsas más numerosas de San Vicente sorprendió con una carroza sobre la que iban el Capitán Carlos Violero Gómez y la Abanderada Carolina Puerto Lillo, un león alado cuya cabeza iba girándose a uno y otro lado del desfile.

Y tras ellos Contrabandistas, Almogávers, Nómadas, Caballeros Templarios, Estudiantes, Visigodos, Astures y la Alferecía de Maseros que además de bailes incluyó los castillos humanos de la muixeranga. A medianoche tenía lugar la Embajada Mora en la que se estrenaban los dos embajadores y que acabó de madrugada con la batalla de arcabuces en la que los de la media luna tomaban las tierras del Raspeig.